Reflexiones sobre el perdón y cómo llevar a cabo ese perdón cuando sientes que no puedes quitártelo de encima.

 

Perdonar cuesta trabajo.cuando te han herido profundamente. Cuando tu sensibilidad es alta ese dolor puede ser grande por situaciones que quizás para otros no tengan tanta importancia, pero sí para ti. Y es entonces cuando las.emociones se te hacen bola porque además se suma aquello de sentirse raro.

Pero perdonar parece que es fundamental. Fundamental para que podamos seguir adelante, porque perdonar te libera  y rompe la cadena del dolor, aunque no creo que lo haga de forma inmediata, porque soltar esto también lleva tiempo, también tiene, pienso yo, su duelo. Que pueden ser horas, días, meses o… yo qué sé el tiempo. Cada quien tiene su momento, sus circunstancias y…

 

no podemos ni debemos pedir perdón o perdonar hasta no estar preparados, para que así, sea de corazón, y no como aquello que a casi todos nos decían de niños:

—¡Venga! ¡Pídele perdón ahora mismo y daros un beso!

Mientras tú aún mirabas al otro/a con cara de querer darle más bien un mordisco antes que un beso.

 

Así que en conclusión diría que perdonar sí, cuando lo sientas. Pero hay algo más que debemos saber sobre el perdón:

  • Perdonar no es olvidar. Son dos verbos distintos, tienen acepciones distintas. Y casi siempre se confunden. De hecho a veces negamos ese perdón porque no podemos olvidar lo que ocurrió y pensamos entonces que simplemente no hay nada que hacer, no somos capaces de perdonar y punto. Pues no es así. Perdonar es poder recordar lo que ocurrió sin que te duela, eso es todo. No podemos ni debemos olvidar, porque sea como sea, de esa circunstancia algo aprendimos valioso.

 

  • Perdonar no conlleva necesariamente volver al mismo punto de la relación con la otra persona. Perdonar es, como decía, recordar sin dolor, pero no nos obliga a retomar las cosas a donde estaban si es que no queremos hacerlo, que podríamos, pero no es algo que vaya necesariamente asociado al perdón. Cada situación tiene sus cosas. Es posible que en algunas ocasiones la relación con esa persona que te hizo daño de alguna manera incluso mejore, porque de los errores se aprende y a veces uno se sincera y se arreglan malentendidos y la relación se fortalece y pasa a otro plano. Otras veces se romperá, porque aunque perdonado, no quieres volver a probar suerte con esa persona… Aquí lo importante es entender que perdón es una cosa y lo que ocurra luego es otra, que no siempre tiene un mismo «final» (resolución o conclusión, como queráis llamarlo)

 

  • PerdonarSE tampoco es fácil; puede que sea incluso más difícil que perdonar a otros pues en ti está el dolido y el causante del dolor además del aprendizaje automático de que un error ha de ser castigado. Así que te castigas. Y el castigo surge en forma de culpa, de vergüenza, de palabras dolorosas hacia tí mism@, de colgarte etiquetas no aptas para una sana autoestima…

Y debo decir que casi siempre solemos ser mucho más duros con nosotr@s que con los demás. Implacables…

Si le sumamos que nuestro cerebro está más por la labor de fijarse en lo negativo y quedarse dándole vueltas a eso, y que lo positivo suele ir resbalándose tenemos ya el tándem perfecto para sacar el látigo mental y hacernos trizas.

Las autoras del libro Confianza Total nos muestran algo muy interesante en este vídeo (id al minuto 8,15) donde a un vaso lleno de agua limpia (digamos lo positivo de una situación) le añaden tan solo unas pocas gotas de una sustancia roja (digamos lo negativo que ocurrió, que hice…). Todo el agua se tiñe de rojo. Así es nuestra experiencia con las meteduras de pata muchas veces.

Y si añadimos nuestra personal y propia perspectiva de lo que ocurrió, ¡tenemos el lote completo!

¿No os ha pasado nunca que contáis lo mal que os sentís por alguna situación y como os veis a vosotr@s mism@s en ello y la otra persona os dice que no es para tanto, que exageráis, que él/ella no lo ven así? Bueno, cada quien tenemos nuestra lógica privada, nuestra forma de ver el mundo… y a veces esta incluye una no muy amable ni compasiva forma de ver nuestros errores (o incluso ver errores donde ni los hay).

 

No perdonarse tiene consecuencias, creo yo. Y la primera que se me viene a la cabeza es la inmovilización. Te quedas ahí, enganchad@, paralizad@ y no avanzas; a veces incluso retrocedes pasos que ya habías adelantado. La vida, de alguna forma, se detiene, como un techo de cristal sobre una planta en crecimiento.

 

¿Qué puede ayudarte?

¡Buena pregunta!

  • Creo que sacarlo fuera es fundamental y en función de tus necesidades o de tu forma de hacer las cosas, o de la intensidad con la que lo estés sufriendo podrás hacerlo de una u otra forma: escribiendo, hablando con un buen amigo, buscando un terapeuta…

 

Trátate bien: todos cometemos errores y hemos de encontrar los arrestos para tener el valor de ser imperfectos, lo que es, creo yo, una práctica que dura toda la vida.

 

 

  • Haz una lista de todo lo que te ha enseñado esta situación. Siempre hay aprendizajes.

 

 

  • Visualíza la imagen de la situación. Mírala como una foto.

Métela en un globo, en una nave, en un coche volador o donde te parezca bien, y ¡déjala irse!

Mira cómo se aleja, dile adiós y agradece todo lo que te ha enseñado.

 

  • Plantéate esto…

¿Qué harías si aquello ya no te pesase?

 ¡Y hazlo!

 

 

 

 

¿Cómo crees que perdonarte puede ayudar e influir positivamente en tus hijos?

 

Y si necesitas ayuda, pide tu primera sesión gratuita conmigo.


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