Muchas veces pensamos, o así nos lo han hecho creer, que es mejor no decirles a los niños cómo nos sentimos. Es más, muchas veces también hacemos esto con los adultos que nos rodean. Escondemos lo que sentimos, lo negamos o tratamos de hacerle ver a quien nos pregunta que son imaginaciones suyas.

¿Te suena algo de esto?

«No estoy llorando, es que me ha entrado algo en el ojo»

«No, cariño, no me pasa nada»

«No, no. No estaba llorando»

«¿Yo enfadada? No sé dónde lo ves»

«Estoy bien. Son imaginaciones tuyas»

Pero esto solo confunde al niño (o al adulto), que se da cuenta de que algo está pasando y al serle negado comienza a desconfiar de sus instintos y/o a creer que la expresión de los sentimientos es algo tabú.

Si tu hijo te pregunta si estás triste  y es así, dile que sí y dile por qué. Asegúrale que sentirse triste no es algo malo y que a veces necesitamos llorar para encontrarnos luego mejor.

Haz que las emociones sean algo natural. Enséñales a manejarlas y sacarles el máximo provecho. Que no se sientan mal por sentir.

 

Expresar las emociones es un pilar básico en la comunicación, porque no hay comunicación efectiva posible si no somos sinceros y honestos en lo que comunicamos. Y nuestros hijos estarán más dispuestos a escucharnos si les hablamos desde el corazón.

Para hablar desde el corazón es importante…

Aceptar nuestras emociones

Es decir, conectar primero con lo que sientes, porque desafortunadamente estamos tan acostumbrados a negar, aplastar y obviar nuestras emociones que muchas veces no sabemos ni ponerles nombre.

Si estás enfadad@, triste, frustrad@, preocupad@ o lo que sea, primero acéptalo. Y recuerda que sientas lo que sientas está bien.

 

Conocer el porqué de lo que sentimos

¿Sabes cuál es la razón por la que estás tan enfadad@/triste/preocupad@ (o lo que sea)?

Parece algo absurdo pero es importante recalcarlo, porque quizás en primera instancia puedas decir que estás enfadado porque tu hijo tiene la habitación como una leonera, pero si lo piensas detenidamente puede que te des cuenta de que lo que ocurre es que has tenido un día horrible y su habitación un tanto desordenada ha sido la gota que ha colmado tu vaso.

Lo que quiero decir es que no siempre la primera respuesta es la acertada y es mejor darle una vueltecita antes de soltarlo por la boca.

 

Ser consciente de lo que esperamos (lo que nos gustaría)

No jugemos a las adivinanzas ni al «tú deberías saber que es lo que quiero/espero/necesito». Sé consciente de cuales son tus expectativas.

 

Expresarlo

Es hora de contarlo.

¿Cómo te sientes? ¿Por qué? ¿Qué esperas?

A la hora de dar tu porqué sé cauteloso. La causa de una emoción no es la otra persona. Tú eres siempre el/la responsable de tus emociones. Puede que algo que ha hecho o alguna conducta que ha tenido te hayan hecho sentir asi.

Por ejemplo:

«Estoy muy enfadada porque eres un desordenado»

«Me haces ponerme muy triste»

Esta clase de frases es manipuladora y se mueve en el entorno de la culpa, el reproche y el dolor.

¿Qué decir entonces?

«Estoy muy enfadada porque la habitación está muy desordenada y me cuesta verla así»

«Me siento triste porque no me gusta que me des patadas»

Ambas frases van dirigidas a la acción/comportamiento. Nunca al niño.

Para completar las frases con lo que esperamos…

«Estoy muy enfadada porque me cuesta mucho ver la habitación tan desordenada y me gustaría que pudiésemos hacer algo para mejorar esta situación»

«Me siento triste porque no me gusta que me des patadas y espero que busques otra forma de expresarte cuando estés enfadado»

Después de esto estaría bien ponernos a buscar soluciones conjuntas, pero de eso hablaremos en un próximo artículo 😉

 

© Ana Isabel Fraga 2017. Todos los derechos reservados.