No soy perfecta.

No puedo serlo.

¡No quiero serlo!

Y el tiempo de intentarlo ya pasó.

¡Me declaro imperfecta! Grito a los cuatro vientos que los errores forman parte de mí, que sí, que me equivoco, que sí, que yo no tengo todas las respuestas aunque una buena parte de mi vida se vuelque en encontrarlas. Que sí, que cuando me prometí (subconscientemente, claro) ser la madre perfecta quizás debía tener 6 años (o no sé cuantos, pero seguro de muy pequeña);  y ya he hablado con esa niña para contarle que no es posible, que querer ser perfecta es como querer cuadrar el círculo (o algo tan complicado-imposible como eso).

Soy madre de dos niños que han hecho que me enfrente a retos, a catarsis internas, a reflexiones profundas, a cuestionamientos, a búsqueda incansable, a pruebas y errores, a patrones «importados» de mi propia infancia, a creencias inútiles y desgastantes… A mi propia relación conmigo misma. Y todo eso me ha enseñado tanto…

 

chain-297842_1280-2

¡Me declaro libre! Libre para ser, libre para sentir, libre para mostrar, libre para elegir. Y escojo ver mis tropiezos y mis caídas como parte de una vida que vivir y un camino que andar. Escojo ser libre para equivocarme; para tomar decisiones, que aunque tengan las mejores intenciones, quizás no sean las mejores (o sí). Escojo sacarme de encima el peso de las máscaras (miedos), aún con todo el temor que produce, aún con lo vulnerable que te hace sentir. Al fin y al cabo es ahí, y solo ahí donde se encuentra la esencia de una persona, donde puedes ver toda su autenticidad como nos dice esa autora que me encanta: Brené Brown.

 

Sé que como siempre lo haré lo mejor que pueda, sé que trataré de dar de mi lo mejor y que no cesaré en la búsqueda ni en el intento de mejorar cada día, pero no, ya no permitiré ese peso en mi espalda, ya no sacaré el látigo de los pensamientos dolorosos porque lo único que he de demostrar es nada. Mi único deber es ser quien soy y ofrecer todo cuanto tengo para dar.

 

Me libero a mí misma y lo hago de esta forma con el afán de que cualquier otro que se haya sentido así alguna vez no se sienta solo, con el afán de sumar y conseguir que uno a uno seamos más los que nos atrevamos a ser y que así nuestros hijos y todos los futuros niños de este planeta no crezcan pensando que ellos, también deben ser perfectos. Porque ya sabéis que todo el trabajo que hagamos en nosotros mismos ahora, todo aquello dañino de lo que nos liberemos, todas las creencias dolorosas de las que nos despojemos, todo lo que aprendamos a amarnos… será sin duda alguna el mayor regalo para ellos, para los niños.

Me declaro imperfecta y es desde esa imperfección desde donde puedo mirar al mundo con compasión y sin juicio, es desde ahí desde donde puedes mirar a tus miedos de otra forma. Y es desde ahí desde donde me comprometo a acompañaros en este camino.

A vuestro lado.

Este es mi gran aprendizaje, mi gran paso, mi gran salto. Y he necesitado de todo mi coraje para enfrentarlo.

¿Saltas conmigo?

 

 

©Ana Isabel Fraga Sánchez. Todos los derechos reservados 2106.