Ser diferente no es algo malo, no es algo que hay que cambiar, y no tiene por qué ser un problema. Pero a veces, muchas mas de las que nos gustaría, lo es.

Pero no por la diferencia en sí, si no por la interpretación que hacemos de ella. Y es aquí cuando surgen problemas como el que te voy a describir a continuación, y que muchos adultos están aún arrastrando incluso sin ser conscientes de ello.

A lo largo de tu niñez, y desde bien temprano, te das cuenta de que eres distinta al resto de tus compañeros en muchas cosas. Cosas que hacen que sientas que no encajas.

Vas notando el rechazo en distintas formas y notando una punzada de dolor con cada una de ellas.

Que si no te invitan a los cumpleaños, que si no te sientes incluido en los juegos o directamente no te interesan ese tipo de juegos, que si te señalan por levantar mucho la mano en clase, o te llaman empollona, o quizás se rían de tus gustos y aficiones, o te miren raro, te cueste encontrar amigos con los que hablar de lo que te apasiona…

Te sientes apartada de muchas maneras, vamos. Cada historia es distinta, pero la parte común es esta:

te das cuenta de que no encajas, sientes que no importas mucho a los demás, que no tienes valor dentro del grupo (ya sea en el colegio, el parque, en el seno de la familia…) y que lo que te identifica (tus pasiones, tu forma de ver las cosas…) se convierte en motivo de burla o de ninguneo.

Y chocamos con una necesidad vital para el ser humano, tan vital que es una cuestión de supervivencia.

El siguiente paso a esto con frecuencia es activar el modo «tengo que encajar», y ocurre durante la infancia, momento delicado y vital en la construcción de uno mismo.

Y las lógicas preguntas de ¿quién soy yo?, ¿qué quiero? o ¿qué necesito?, pueden acabar por ser sustituidas por ¿quién quiere esa persona que yo sea?, ¿quién tengo que ser para que me acepten?, ¿qué quiere de mí?, ¿como puedo hacer que me acepte?

Aquí el camino se tuerce.

Las expectativas y necesidades de los otros pasan en la mente a un primer plano. Y esto se convierte entonces en la guía de tu vida, en tu camino. Sin saberlo eres preso de los otros.  Tu cerebro se convierte en un buscador de gestos y señales (verbales y no verbales) que te ayudan a ver qué se espera de ti. Si además eres altamente sensible o tienes una gran capacidad para percibirlo, la cosa se pone aún más fea, porque lograrás perfeccionar este encaje con mayor precisión. Siempre a costa de acallar tu propia voz.

Aunque, y aquí está otro conflicto gordo, esa voz tuya nunca ser dará por vencida del todo, y dentro de ti puede haber una lucha de titanes. Lucha que empeora con los años y que puede provocar un gran dolor. Pero que en realidad lo que quiere es salvarte y esa incomodidad puede ser la que por fin te saque del sueño.

El peligro de perderte es grande, de no saber quién eres o qué quieres, de vivir según los cánones de los otros.

Pero, a pesar del dolor que esto conlleva hay buenas noticias: podemos revertirlo. Nunca es tarde para descubrir quién eres, qué quieres y comenzar a vivir según tus propias normas apreciando y sacándole todo el partido posible a eso que te hace diferente, de  buscar otras personas afines con las que compartir tu esencia (porque las hay, te lo aseguro).

¿Qué podemos hacer para que nuestros hijos no caigan en esto?

  • Mira la diferencia como una oportunidad y un mundo de posibilidades. Acéptala.

Lo más importante y de donde surge todo este problema es la forma en que miramos la diferencia: si la miramos como un problema, como un defecto, como algo que hay que eliminar para ser como los demás entonces es muy posible que ocurra lo que te cuento. Si lo miramos como una oportunidad, como una posibilidad, como una forma aceptable (tanto como las otras) de estar en el mundo podremos construir nuestro yo.

Te dejo un audio con mi cuento «Dopi, un dragón de lunares», que te ayudará a mostrarles que lo que te hace diferente es lo que te hace único.

ESCUCHA EL CUENTO AQUÍ

  • Empeñémonos en que nuestros hijos e hijas se hagan las preguntas correctas:

¿Quién soy yo? ¿Cuáles son mis valores? ¿Cuáles son mis fortalezas? ¿Qué me gustaría mejorar? ¿Qué quiero lograr? ¿Qué es importante para mí? ¿Cuáles son mis necesidades? ¿Cómo puedo cubrirlas? ¿Cómo puedo ser parte de mi comunidad siendo yo mismo?

  • Dale la oportunidad de estar en entornos que le apoyen, que acepten las diferencias y que le nutran.

El entorno influye, y mucho. Busca para él o ella el colegio que mejor se adapte si es posible (o incluso valora con calma y mucha información de calidad la posibilidad de pasarte al homeschooling), las actividades que más le gusten donde pueda compartir pasiones…

  • Revisa tus propias expectativas.

Muchos de nosotros también venimos de esta situación y sin ser conscientes de ello podemos estar librando esta batalla interna de la que te hablaba, y haber creado una máscara perfecta de encaje que podemos estar tratando de crear también en nuestros peques.

  • Trabaja en tu interior.

¿Esto te pasa a ti? ¿Cómo podrías comenzar a escuchar tu propia voz?

Si quieres trabajar a mi lado mira AQUÍ las formas en que puedo ayudarte.

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