4 ideas sencillas que pueden hacer un antes y un después

 

Una de las cosas a las que he tenido que enfrentarme muy a menudo es a las peleas de mis hijos. Y una de las cosas que peor me hacía sentir era perder los nervios.

Si a ti también te pasa esto de que tus hijos se peleen a menudo y los gritos entre ellos vuelen, además de algún que otro garrotazo, me comprenderás perfectamente. Es súper difícil no acabar entrando al trapo y  sumarte a la «fiesta» de alguna forma.

Por eso, entrenar modos distintos de reaccionar es nuestro salvavidas.

¿Qué podemos hacer?

1.- No intervengas salvo que haya algún peligro y deja que resuelvan ellos.

A mí a veces me pasa que me quieren utilizar como correo.

—¡Mamáááááá! Me ha dicho que soy un tonto.

—¡Es que estoy harto de que no me deje entrar en su habitación, mamá!

En este caso diles que es mejor que se digan las cosas entre ellos y que traten de solucionarlo. Muéstrales cómo pueden decirlo, pero no te impliques dando opiniones sobre lo que pasa o consejos si no los han pedido. Te meterás en el fregado y acabarás con los nervios de punta.

—¿Qué tal si le dices a tu hermano que no te gusta que te llamen tonto? 

—Si te molesta que no te deje entrar puedes decírselo y quizás preguntarle por qué. A lo mejor así podríais solucionarlo.

Vamos, que traslades la responsabilidad hacia ellos. Esto te hará gastar menos energía, no meterte en el fregao y darles la oportunidad de practicar cómo expresarse y negociar.

Eso sí, si ves que se van a pegar o que la cosa se está poniendo muy caldeada intervén solo para separarles y pedirles que hablen dentro de un ratito cuando estén más calmados. Así también les enseñas que retirarse un rato es una buena forma de gestionar el momento de súper cabreo.

2.- Lleva tu mente hacia otros lares.

Sus problemas —salvo como decía antes que la cosa se ponga muy calentita— son suyos, así que si estás escuchando atenta cada insulto que se lanzan y cada burrada que se dicen es posible que acabes encendida tú también y no puedas evitar meterte en la lucha. Y sin calma, la liamos, casi seguro. Así que piensa en algo que te saque mentalmente de la situación si está siendo demasiado para ti. Esto no significa, por supuesto, ignorar o dejar que ocurra lo que sea. Puedes estar presente y aún así tratar de llevar tu mente a otro sitio para no acabar de los nervios.

3.- Vete. 

Si no hay peligro y está siendo una tortura para tu sistema nervioso que sabes que puede acabar en que te salgan unos buenos gritos, pon un poco de distancia. Puedes decirles por ejemplo que los gritos te están poniendo nerviosa y que confías en que lo solucionarán, que te vas a la habitación y que esperas que te cuenten cómo lo arreglaron después. Todo con tranquilidad.

4.- Cambia los mensajes de tu mente que te encienden más aún que la propia pelea

Se empiezan a pelear y por tu mente pasan pensamientos del tipo «¡Madre mía! Es que no pueden estar un minuto sin pelearse», «¿Otra vez con la misma cantinela?», «Pero ¿por qué no pueden llevarse bien?», «Ya vamos a tener toda la tarde liada, ¡seguro!»

Y todo esto te provoca un añadido de mala leche que aviva la llama con cada inicio o conato de pelea entre ellos. Un ciclo continuo, la pescadilla que se muerde la cola.

Así que rompe ese círculo vicioso cambiando tus pensamientos por estos otros:

» Es normal que se peleen. Todos los hermanos lo hacen»

«Están practicando relacionarse»

«Puedo aprovechar esta situación para darles algunas ideas sobre cómo expresarle al otro lo que sienten, piensan y quieren»

«Voy a confiar en que podrán resolverlo solos»

«Voy a recordarles que si necesitan ayuda para resolver el problema pueden preguntarme»

 

¿Y tú que sueles hacer?

@Ana Isabel Fraga 2019. Todos los derechos reservados.