Hoy he leído un artículo que os invito a leer y que cuenta la experiencia de una madre tras saber que su hijo tiene altas capacidades, revisando su propia experiencia y dándose cuenta de que ella también las tiene.  Os dejo el artículo AQUÍ

Yo quiero contar la mía, para sumar una más.

No puedo asegurar que, al igual que mis hijos, tenga altas capacidades. No tengo una valoración psicológica al respecto que lo pueda ratificar. Pero, como les pasa a muchos padres y madres que han descubierto que sus hijos lo son, me siento totalmente identificada y descubrirles a ellos me ha hecho avanzar en el descubrimiento propio cien años luz al menos.
Das tantas cosas por sentadas cuando eres niña que se convierten sencillamente en verdades absolutas e inamovibles…

Y un día, cuando te dicen que tu hijo tiene aacc (altas capacidades) e investigas sobre el tema te ves allí reflejada.
No significa esto que seas igual que tu peque, quizás no son las mismas cosas, pero es que no todas las personas con aacc son iguales, por supuesto. Pero lees todas las características y empiezas a decir: esto me ha pasado, yo siento así, eso es lo que yo pienso, ¡así veo el mundo!
Y seguidamente te dices: Entonces… ¿no soy rara? ¿esto es normal? ¿no me pasa nada?
Y lloras. Lloras mucho. Al menos yo lo hice.

De rabia, de frustración y también de alivio, porque al fin sabes qué pasa. Y este es el principio de la aceptación, el primer paso para reconstruirse. Al menos para mí lo fue.

Las piezas te empiezan a encajar y por fin puedes aprovechar todo el trabajo hecho en ti, solo porque ahora lo entiendes, solo porque en ese momento ya tienes el poder para derrumbar un montón de creencias estúpidas que están nada menos que marcando tu forma de estar en el mundo, tus decisiones y como te sientes al caminar tu vida.

Que ni eres una exagerada, ni una dramática, ni es que naciste para ser abogada o actriz. Que lo que pasa es que sientes con una intensidad por encima de la media, que no todos pueden entender y que califican desde su visión del mundo, no desde la tuya. Porque para los demás entenderte es como tratar de leer un libro en armenio. Pocos pueden.

Que forma parte de mí el expresarme con entusiasmo y energía usando todas las palabras de las que dispongo para ello. Que adoro hablar de lo que me apasiona y no soporto los temas banales. Que no puedo dejar de intentar comprender, en mi caso la mente humana, el comportamiento, las emociones… Que estudiar es para mí un placer, pero no como me dijeron que se estudiaba (memorizando), sino absorbiendo y empapándome de lo que todo mi cuerpo me pide conocer. Que un día sin rebuscar en lo que quiero saber parece un día perdido…

Que puedo llorar solo porque llegué a una conclusión bonita o reveladora. Que puedo entristecerme por ver plásticos flotando en un río, que puedo sentir el universo dentro de mí por ver un paisaje o escuchar una canción cantada con el corazón o una gota solitaria resbalando por la ventana en un día gris, que busco los porqués de todo lo que me ronda la cabeza, que disecciono las situaciones hasta sus moléculas para entender…

Y lloras porque detestas la idea de que tus hijos tengan que pasar por la inoculación perversa de todas esas creencias en su mente, porque entiendes cada una de esas falsas verdades y conoces qué es lo que han hecho contigo. Y no quieres eso para ellos.

Esperas ayuda, esperas comprensión. Al fin y al cabo yo fui al colegio hace ya muchos años y las cosas deben haber cambiado, ¿no? Lo esperas.

Para nosotros, afortunadamente, y después de topar con muchísima incomprensión un cambio de colegio nos cambió la vida.

La lucha continúa ahora con el mayor en el instituto. Otro mundo distinto.

Y a veces tiras la toalla, y vuelves a recuperar el aliento y sigues adelante. Pero donde nunca habrá toallas en el suelo es en casa. Al menos mi experiencia, mi recorrido y el entendimiento de mi forma de estar en el mundo serán sustento para que puedan entender la suya propia. Y tendrán el ánimo y el aliento suficiente para no dejar de creer en sí mismos.

Un artículo más, que suma, para gritar ¡Basta! Para alzar la voz y decir que todo puede ser diferente, que tengamos la conciencia de cambiar las cosas para que todos los niños y las niñas puedan tener las misma oportunidades y sobre todo, sobre todo, sobre todo, puedan sentir que tal y como son está bien.

@Ana Isabel Fraga 2019. Todos los derechos reservados.