¡Bendita paciencia!

—Papiiiiiiii, ya he conseguido ahorrar para el juguete ese que te dije el otro día que me gustaba. ¿Puedo?

    —Hummmm, bueno, vale. 

    —¡Qué bien!, ¿podemos ir ahora? porfiiiiiiiiii

    —Pues lo siento, pero ahora no va a poder ser. Tendrá que ser mañana por la tarde.

    —Nooooo, jolines, no voy a poder aguantarme hasta mañana por la tarde. Porfa papi, porfa, vamos ahora.

    Ante la negativa del padre, el niño llora desconsolado.

    —¡Lo quiero ya! —grita.

 

Creo que a todos nos sonará esta o alguna situación similar en la que el niño «no puede esperar ni un minuto más», ya sea por el juguete, por ir a un sitio que le encanta, por tener algo que sueña, por visitar a sus primos…

Sé que has pasado por estas situaciones porque a los niños no se les da muy bien esperar (y no veáis a cuántos adultos tampoco se les da nada bien esperar 😉 )

Esperar por algo que quieres es un rollo, ¡admitámoslo! Y a nosotros también nos cuesta, así que como primer paso es vital entender que esto es así: tener paciencia no es divertido, es un fastidio y una calamidad.

Sin embargo aprender a esperar es muy beneficioso, pues con ello cultivamos la calma y aprendemos que no siempre en esta vida se reciben las cosas de forma inmediata, lo que contribuye a no desistir a la primera de cambio ante un esfuerzo que tendrá su recompensa a medio (o largo) plazo. Por ello es fundamental trabajar este aspecto con los niños.

Ahí van unas cuantas ideas para trabajarlo con los peques:

  • Trabájalo en ti porque eres su modelo y te observan continuamente. Si te desesperas habitualmente cuando las cosas no se dan en el momento en que tú quieres o te rindes cuando la espera para lograr un objetivo es larga, es buen momento para ponerse a trabajar con ello.

 

  • Trata de conectar con cómo se sienten. Ponte en su lugar. Es normal y humano querer lo que ansiamos ya, y a todos nos ha pasado. Transmíteles esto: «Entiendo que lo quieras ahora mismo. Tenerlo ya sería fantástico ¿verdad?»

 

  • Deja de lado las frases hechas (manidas y requete usadas) como: «Hay que tener más paciencia»; «Tienes que saber esperar»…, porque no sirven para nada. O bueno, sí, sirven para que el niño piense que debería saber hacerlo y punto.

 

  • Huye de las etiquetas: «Eres un impaciente».

 

  • Evita el uso del nunca-jamás-siempre-nada: «Nunca puedes esperar ni dos minutos»; «Siempre te pones así» (porque esta clase de palabras encasillan del mismo modo que lo haría una etiqueta y no dan lugar al cambio de actitud ni enseñan nada)

 

  • Anímale y hazle ver lo que va logrando: «Sé que puedes esperar»; «Veo que has tenido mucha más paciencia esta vez»

 

  • Pregúntale para que busque sus propios recursos: «¿Qué podrías hacer para que te resulte más agradable esperar?»

 

  • Practica, practica y practica con ellos. Haz un bizcocho con su ayuda o cualquier otra cosa que requiera una preparación y una pequeña espera. Los bizcochos hay que prepararlos, después esperar a que se horneen y finalmente esperar a que se enfríen para comerlos. ¡Aunque apetezca hincarles el diente ya! El bizcocho es un ejemplo pero podría ser cualquier otra cosa que se te ocurra, como hacer un puzzle de bastantes piezas (tened en cuenta la edad, claro); ir a pescar; leer libros cada vez un poco más largos… ¡¡¡Imaginación al poder!!! Desde el conocimiento de cómo es tu hijo (y tú lo conoces mejor que nadie) se te ocurrirán cosas que realmente puedan ayudaros.

Los recursos se encuentran practicando

 

  • Si es pequeño puedes ayudarle distrayendo su atención hacia otra cosa, ofreciéndole dos alternativas para sentirse mejor (y que escoja una de ellas) o usar cuentos que le ayuden a entender.

 

  • Sé compasiv@ con sus errores (¡y con los tuyos!). Están practicando, entrenando las habilidades para su vida, y la habilidad de la paciencia (todos lo sabemos) no es nada fácil. Sonríe y anima, confía en que pueden lograrlo y con práctica lo lograrán.

 

Así que esta podría ser una reacción al ejemplo del principio:

—Sé que lo quieres ya. Hace mucho tiempo que tienes ganas de comprarte ese juguete; lo sé bien, porque hablas mucho de ello. Estás loco por ponerte a jugar con él, ¿verdad? —le dice su padre con compasión mientras le acaricia el pelo.

    —Sí papá, tengo tantas ganas que sé que no voy a poder esperar. Me voy a poner muy nervioso. Lo mejor es que me lleves ahora a comprarlo. —El niño le mira suplicante.

    —Eso estaría bien, pero no puedo. Sé que no es fácil esperar cuando queremos algo con tanta fuerza, lo sé, pero también sé otra cosa ¿sabes cuál?

    —No, ¿qué es?

—Que tú eres capaz de hacer cosas difíciles. —Su padre le guiña un ojo cómplice y se agacha a su altura—.¿Qué podrías hacer para que la espera no fuera tan pesada? A lo mejor si hablamos de cómo organizar lo de ir a buscarlo te sientes mejor, ¿qué opinas?

 

Adopta estas idea a tu manera, con tu forma de hablar y dentro del contexto de tu familia. Adopta las que te hagan sentir bien. Recuerda que no eres perfecto ni tampoco necesitas serlo 😉

 

¿Qué otras cosas se os ocurren para entrenar esta habilidad con los niños?

 

Ana Isabel Fraga Sánchez 2016. Todos los derechos reservados.