Cuando salimos de uno de los cursos/talleres de disciplina positiva o llegamos a casa tras una charla que nos ha llegado al corazón y que nos muestra un nuevo camino a seguir, es posible (y bastante frecuente) que estemos entusiasmados y que pretendamos poner en práctica todas las nuevas ideas que ahora tenemos.

Queremos cambiarlo todo YA, queremos dar un vuelco enorme a lo que hasta ahora veníamos haciendo porque ahora vemos una perspectiva diferente que nos ha gustado.

Pero después de un par de días (quizás antes, quizás después), comenzamos a desesperarnos.

«No le dije las cosas de la forma correcta»

«He sido demasiado firme y nada amable»

«He vuelto a gritarle. Si sé cómo pararlo ¿por qué me ha salido de nuevo?»

«Esto es imposible. No vale para mí (o para nosotros)»

Y tantas otras cosas que nos decimos.

 

Hemos de comprender algunas cosas antes de poder empezar a hacer los cambios necesarios:

Nos exigimos demasiado.

Los cambios no pueden ser de un día para otro.

Saber algo y comprender el porqué no es garantía de que podamos ponerlo en práctica de forma inmediata e infalible.

 

Los cambios por tanto han de ser suaves, paulatinos, poco a poco. Escogiendo en qué vamos a centrarnos, y  teniendo en cuenta las premisas anteriores.

Y para empezar voy a sugeriros 5 cambios importantes:

  • Desechar los premios y los castigos

    Díselo. Dile que a partir de ahora eso quedará fuera de casa, que no habrá más de eso, que te has dado cuenta de que no funciona y que no te gusta, que ahora quieres hacer las cosas de otra forma. Dile que en adelante de los problemas sólo te importarán las soluciones y que podéis buscarlas entre los dos (o los tres, o los cuatro… los que seáis)

  • Enfocarnos en mejorar la relación con el niño

    dedicándole un tiempo especial en el que ambos disfrutemos de la mutua compañía, sin más pretensiones que las de estar juntos. Dejando las correcciones a un lado.

  • Comenzar a cuidarnos a nosotros

    Se acabó posponer eso que tanto te apetece hacer por ejemplo, o dejar tus necesidades en ningún lugar de la lista. Piensa qué puedes hacer y si no tienes tiempo ni ayuda focalízate en un cuidado fundamental: cambia el modo de hablarte (hazlo con cariño y ánimo), cambia los reproches que te haces, cambia el negar tus emociones o tratar de aplastarlas por aceptarlas y aprender a manejaralas… Tú sabes qué puedes y qué no puedes hacer según tus circunstancias de vida así que busca.

  • Aprender a ver tus errores de otra forma

    dejando de castigarte por ellos. Mírate como un aprendiz, esfuérzate en mejorar pero no te machaques y no te castigues.

    La culpa no tiene cabida aquí, sí la responsabilidad y el aprendizaje.

  • Confía en tu hijo/a.

    A veces queremos «corregirlo» todo y estamos pendientes del mínimo detalle. Suelta un poco, confía. No todo tiene tanta importancia ni necesita ser «mirado» constantemente.

 

¿Y tú? ¿Te has sentido así? ¿Cómo has logrado ir cambiando la forma de hacer las cosas? ¿Qué es lo que más te ha costado?

 

©Ana Isabel Fraga 2017. Todos los derechos reservados.