—¡Levántate Juan! ¡Que no llegamos al cole!

—¡Mamáááááááá! ¡Déjame tranquilo! Tengo sueño… —Y Juan se da la vuelta para el otro lado mientras tú te desesperas viendo como las manecillas del reloj siguen su curso sin piedad.

Más tarde, cuando vuelves a su habitación, pensando que ya está vestido, te lo encuentras sentado en la cama mirando las musarañas. Y el desayuno… ¡pero si no le da tiempo nunca a desayunar!

¡¡Hora de levantarse!!

¿Cómo hacemos para que las mañanas no se conviertan en una lucha?

Muchas veces parece inevitable que las tensiones que en el verano parecían haber desaparecido (al menos en este sentido, de levantarse tempranito), vuelvan.

De pronto las prisas, el «¡venga, levántate que no llegamos!», » ¿pero todavía no te has vestido?» sustituyen a la tranquilidad matutina de la época estival, donde dormir hasta que el cuerpo pidiese era lo más habitual (si vuestros hijos tenían que madrugar también en el verano podéis leer también el post, porque seguro os ayudará a seguir haciéndolo del mejor modo posible)

Y de alguna forma todo eso nos afecta a lo largo del día.

¿Qué podemos hacer para llevar esta entrada a la rutina de la mejor forma posible?

 

 

Aquí tenéis 15 ideas que pueden ayudaros:

 

1.- Pregúntales cómo sería para ellos una buena mañana, cuánto tiempo creen que necesitan para desperezarse (y según eso poner el despertador a una u otra hora) e ir ajustándola en función de los resultados, porque no sé si a ti te pasará pero yo he tendido mucho tiempo a programar las mañanas en función de mi propio ritmo (y resulta que soy una rapidilla), calculando lo que tardaría en esto y aquello sin darme cuenta de que ellos tenían otro ritmo. Por eso, lo mejor, encontrar un equilibrio.
Observa lo que suelen tardar, si les viene mejor dormir un poquito más porque luego se levantan mejor o si por el contrario les viene mejor levantarse un rato antes para que tengan tiempo de tomárselo con más calma. Ten en cuenta su personalidad, sus preferencias y sus sugerencias. Quizás les encante tener un despertador y desperezarse con tiempo (comprobad que se levantan porque en el caso de mis hijos creo que tendría que poner la habitación llena de despertadores; ¡no lo oyen!)

 

2.- No repitas, solo señala la rutina o preguntarles «¿Qué toca ahora?» Porque cuando repites se «anestesian» ante tus palabras, o sea, es como si dejasen de oírlas. Y eso suele ponernos de mal humor con lo que se complica la situación. ¡Usa la cartulina!

 

3.- Da ejemplo de buen talante y afrontad la mañana con la mayor tranquilidad posible (esto no significa que tengas que ser perfect@ o hacerlo siempre bien, pero pon empeño en que sea la tónica general y si no sale pues habladlo después para ver como se puede mejorar)

 

4.- Comprende lo difícil que es volver a la rutina también para ellos. Si les decís «¡Jo! cómo cuesta levantarse, ¿verdad?» se sentirán comprendidos y eso permitirá una conexión que facilitará mucho las cosas.

5.- Si surgen dificultades revisa la rutina hasta que encontréis la mejor fórmula para todos.

Analiza qué parte de la mañana les cuesta más: puede que sea la de levantarse en sí, o la de vestirse o el desayuno…, y piensa qué podrías hacer para mejorarla. Siempre desde el punto de vista de encontrar soluciones respetuosas y efectivas; empeñaos en buscar soluciones evitando todo tipo de reproches y etiquetas. Lo que nos importa es lograr una solución, no decirle que es un vago, o cualquier otra cosa.

 

¡Creatividad al poder!

 

6.- Evita sermones y largas charlas. Mejor una pregunta «¿Cómo crees que podríamos hacerlo mejor?»,«¿Qué se te ocurre que podríamos cambiar para que estemos todos más contentos por la mañana?», «¿En qué podrías ayudarme por la mañanas?»

 

7.- Nada de órdenes. Mucho mejor pedir colaboración. «¿Me ayudas?»

 

8.- Explícales que es importante que las mañanas sean agradables porque así todos vamos más contentos al cole y al trabajo, tenemos ganas de reírnos y todo funciona mucho mejor. Que te encantaría que pudieseis hacer de la mañana un trabajo en equipo. Trata de explicarles esto en un momento distinto de la mañana, cuando estéis todos de buen humor y con mucha brevedad. Mejor 10 palabras que una charla, porque desconectarán.

 

9.- Diles que siempre estarás dispuesta a escuchar lo que tengan que aportar si creen que algo se puede mejorar.

 

10.- Agradece su disposición a ayudar por las mañanas en lo que sea que hayáis decidido.

 

11.- Reiros todo lo que podáis.

 

12.- Usa la música que les guste para ayudarles a despertarse… e incluso para ayudarles con los tiempos cuando son pequeños («cuando termine esta canción es hora de ponerse a desayunar» por ejemplo)

 

13.- Deja que escojan la ropa para ponerse al día siguiente (dentro de un orden, dándoles dos opciones sin son pequeños o poniendo ciertas normas a lo escogido dependiendo por ejemplo del día que haga o de si les toca gimnasia… ¡no vaya a ser que escojan sandalias cuando está lloviendo! 😉

 

14.- Dales un reloj a los mayores para que controlen el tiempo. Especifica a qué hora deberían estar listos en la puerta y asegúrate de que lo han entendido pidiendo que te lo repitan. También puedes anotar la hora en un folio y pegarlo en un sitio visible para que la recuerden. Si ves que se despistan puedes señalarles el reloj o preguntarles la hora (¡pero no cada rato!)

15.- Crea una cartulina de rutinas matutinas con los niños y pegarla en la pared, bien visible, para que puedan seguirla sin que nosotros, los «pesados adultos», estemos todo el rato repitiendo y recordando.

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Dibujos, fotos, pegatinas… lo que queráis. Pero eso sí, con ellos. Deja que formen parte de las decisiones y escucha sus ideas; dedica un rato de la tarde para divertiros haciéndola 🙂

 

Porque si los niños se divierten, pasan tiempo con vosotros y forman parte de las decisiones estarán mucho más dispuestos a colaborar.

 

Las mañanas pueden ser muy distintas. ¿Te animas a probarlo así?

©Ana Isabel Fraga 2016. Todos los derechos reservados.