Cuando las mamás o los papás, valoración en mano (o en casa guardada) le hablamos a algún  adulto implicado en la educación de nuestros hijos e hijas de sus altas capacidades, solemos obtener dos tipos de respuesta:

1.- Entiende lo que ello conlleva sabiendo que necesitamos de su ayuda y buena disposición.

2.- Cree que queremos convencerle de que nuestro hijo o hija es listísimo y que no hay quien nos haga cambiar de idea. También creen que es un escudo tras el que nos escondemos padres permisivos que así justifican todo lo que pueda ocurrir y que no asumen ninguna responsabilidad al respecto. Suelen además, fruto del más puro desconocimiento, decirnos que les parece que su inteligencia está en la media o que han suspendido el otro día o que no les parece que sean tan listos porque van mal en mates.

El famosísimo «a mí no me parece».

Después, pasan a darte una serie de recomendaciones basadas en todas esas premisas y significados que les dan a nuestra aseveración. O sea, desde la idea de que somos padres y madres equivocados, permisivos y negados a ver la verdadera realidad de nuestro hijo o hija según su opinión.

Desafortunadamente, la segunda opción es la más frecuente (aunque la primera está cada vez más presente)

Y es agotador para las familias asumir esta lucha año tras año.

Bien, ahora yo quiero explicar qué es lo que queremos decir cuando hacemos notar a los profesionales que trabajan con nuestros hijos, que tienen altas capacidades.

  • No se trata de lo «listísimos» o no que sean. Se trata de que su forma de estar, ver e interpretar el mundo es distinta.
  • Su forma de aprender no es como la de la mayoría y tratar de encajarles en ese molde es muy frustrante para ell@s,
  • Cuando algo no les motiva y se tienen que estar quietecitos su mente no para, y se va de un pensamiento a otro buscando el estímulo que su biología les pide. Lo que hace que parezcan despistados y que no se concentren. Pero… no es eso, es que necesitan motivación (alimentar su curiosidad y entusiasmo por aprender)
  • El desorden y la desorganización muchas veces son un handicap. No lo hacen por fastidiar, es que les cuesta y necesitan ahí más entrenamiento y ayuda.
  • No son solitarios, es que a veces sus intereses no coinciden con los de su edad.
  • El aburrimiento en este sistema educativo que tenemos puede hacerles mella. Por repetición, por inmovilidad, por falta de interés, por la forma de enseñar…
  • etc.

Seguro que cada mamá y papá con uno o más niños/as de altas capacidades en casa estará de acuerdo con unos cuantos de estos puntos o con todos y seguro que podría añadir más, porque cada uno tiene sus características propias.

En mi caso puedo añadir que la forma en que se dirigen a ellos es sumamente importante. No toleran las imposiciones ni las faltas de respeto, piden explicaciones del porqué de todo y rebatirán con entusiasmo cualquier argumento que no les encaje. Por eso saber comunicarse con ellos es también sumamente importante.

 

Lo que queremos, entonces, y resumiéndolo, es que nos ayuden, que les entiendan, que aprendan cómo ganárselos para que puedan expresar quiénes son y lo que pueden llegar a hacer. 

Y puestos a pedir, queremos que nos escuchen con respeto y con la mente abierta, sin prejuicios.

Aprender a entender a los niños y niñas que tienen otra forma de ver, sentir, interpretar y estar en el mundo nos hará crecer a todos.

 

© Ana Isabel Fraga 2018. Todos los derechos reservados.