El crecimiento implica intentos, errores y aciertos. Es por eso que esta forma de mirar a la familia me encanta y podemos hacerla extensible a nuestra pareja e incluso al resto de nuestras relaciones importantes.
Y es que a menudo estamos en posiciones muy rígidas o temerosas, incluso que se construyen sobre la culpa, lo que es una malísima base para casi cualquier cosa, y la construcción no será ni sólida ni fundamentada en el crecimiento.
La realidad es que nadie nacimos siendo madres o padres y muchas veces nos resulta difícil (porque además estamos en un enorme momento de cambio en cuanto a educación y relaciones familiares se refiere —entre otras cosas—, y nos ha tocado doble trabajo: desaprender unas cuantas cosas de las que nos inculcaron y volver a aprender de nuevo). Igualmente ser hijo/a no es sencillo.
Son los roles que forman la familia y que nos «obligan» día a día a crecer como personas, de forma individual y también como parte del conjunto.
La familia es como un ser vivo, desde mi perspectiva, que va cambiando, moviéndose…
- Cambia cuando dos personas se unen.
- Cambia cuando alguna persona se va.
- Cambia cuando hay un bebé
- Cambia cuando el bebé se hace niño.
- Cambia cuando el niño se hace adolescente.
- Cambia cuando el adolescente se hace adulto.
- Cambia cuando hay más de un niño o niña. Herman@s.
- Cambia…
La familia cambia. Cambia constantemente y sin descanso.
Y además cada familia es única. Y lo es porque…
- cada miembro tiene su carácter innato y distinto, con sus necesidades propias y su forma específica de cubrirlas, lo que influye en la relación entre ellos de forma determinante, además de las experiencias individuales de cada uno que les han llevado a tomar sus personales creencias ante la vida, las relaciones, lo que debe ser permitido y lo que no, etc.
- hay familias de muchos, muchismos tipos. Todos conocemos sin ir muy lejos a varios. Puedes tener una vecina que vive con su abuelita desde pequeña y ellas dos son esa familia, o un papá viudo con dos hijos, o quizás dos mamás con su bebé, o una familia muy numerosa de 6 hijos…
- las edades de los padres y de los hijos también forman diferentes tipos de familia. Hay papás muy jóvenes y papás que han tenido hijos ya siendo bastante mayores. Hay familias con bebés, con adolescentes, con niños de primera infancia, con distintas mezclas de edades…
- las circunstancias en que viva esa familia también son una parte del contexto que influye en su día a día.
En fin, podríamos seguir pero creo que es suficiente para entender que no hay dos familias iguales. No las hay, incluso aunque en un primer vistazo y sin profundizar mucho pudieran parecerlo. En cuanto nos pusiésemos a bucear más adentro observando las relaciones entre ellos y la individualidad de cada uno, encontraríamos grandes diferencias.
Pero todas ellas, sin excepción, pasan por el proceso de crecimiento que supone formar la estructura familiar. Todas las madres y los padres cambian a lo largo de la vida, aprenden, aciertan y se regocijan, meten la pata y buscan nuevas formas de hacer las cosas, o de decirlas… o de lo que sea.
No hay familia perfecta. Y está bien, porque nos impulsa a aprender.
Saber qué hacer en todo momento, en todo cambio… es una utopía. Por eso enfocarnos en querer ser padres perfectos es un grandísimo error, porque es imposible y una forma magnífica de vivir la frustración con mayúsculas.
Por esta razón a mí me gusta ver a la familia como una increíble oportunidad de crecimiento, un viaje lleno de aventuras para vivirlo día a día y aprender.
La familia está unida por el amor y es un «lugar» para crecer.
©Ana Isabel Fraga 2018. Todos los derechos reservados.
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