Tener un peque con un carácter muy fuerte suele llevarnos a ver el lado negativo muy a menudo porque el día a día se hace más complicado y hay mucho que gestionar. También porque sientes clavada en la nuca la mirada de desaprobación de buena parte del entorno, que tiene la convicción de que si el niño no es «obediente» es porque tú estás haciendo las cosas mal.

Lo cierto es que un carácter fuerte puede implicar enfrentarse a algunas de estas situaciones:

  • Explosiones potentes o muy potentes
  • Cuestionamientos constantes de los límites y las normas
  • Desafíos
  • Luchas de poder…

Si tú tienes un hijo o hija con un carácter muy fuerte sabes de lo que hablo. Y ya que resulta todo un reto y que nos presionan las opiniones y juicios de muchos otros adultos acaba por tratarse como algo negativo.

La verdad es que no lo es. Es un temperamento, con sus cosas buenas y sus cosas a mejorar. Como todos.

Aunque este tenga «mala prensa» y el día a día pueda resultar más complicado. También nos obligará a sacar recursos y crear otros, lo que nos hará crecer de forma exponencial, y ya sabemos que el crecimiento no suele ser cómodo ni fácil en muchas ocasiones. También la recompensa es muy, pero que muy gratificante.

Me pregunto si, como decía Tracy Hogg, serán almas viejas que ya han estado en este mundo demasiadas veces como para andarse con tonterías ;), y me da la sensación de que han venido a enseñarnos que no es obediencia lo que tenemos que pedir (a ningún niño), sino fomentar habilidades como el respeto, la empatía, la capacidad de escucha, la toma de decisiones, la aceptación (que no el conformismo), aprender a entrenar y practicar con nuestros hijos lo que necesitan… Porque además, si tratas de que encajen en esto de «obedece y calla» es posible que sientas como si te hubieses caído de cabeza a un tornado, y el resultado suele ser una gorda frustración para ambos.

Queremos que nuestros hijos e hijas sean adultos fuertes, decididos, con capacidad para tomar sus propias decisiones pero les pedimos obediencia y eso es una enorme paradoja.

Así que yo me he hecho estas preguntas que comparto contigo.

¿Cuándo entrenarán esa toma de decisiones? 

¿Qué repercusiones puede tener en estos niños que tratemos de «someter» su personalidad, de transformarla en obediencia? ¿Crees que claudicarán o que el día a día se convertirá en una eterna lucha de poder cada vez más «cruenta»?

¿Y si claudica finalmente qué crees que estará sintiendo? ¿Es posible que sienta rencor, rabia…? ¿O que llegue a creencias del tipo «mi forma de ser no es buena», «tengo que ser muy distinto para encajar» generando rechazo hacia sí mismo y perdiendo su autoestima por el camino?

¿Qué le estamos enseñando?

Como cualquier otra personalidad un carácter fuerte tiene puntos positivos y puntos a mejorar. Lo importante aquí es tener claro cuáles son, tanto unos como otros, tratando de potenciar los positivos y ayudando a gestionar los que tenemos que mejorar.

Tener un carácter fuerte es una forma de estar en el mundo y tiene muchos aspectos positivos que a muchos de nosotros puede costarnos mucho tiempo conseguir:

  • Saben decir no
  • Defienden lo que piensan
  • Reclaman ser tratados con respeto
  • Piden explicaciones
  • Cuestionan lo que no les gusta
  • Firmeza en sus convicciones…

En este caso la idea es acompañar al niño o niña a manejar ese carácter para sacar lo mejor de él, sin tratar de hundirlo, machacarlo o anularlo, destruyéndolo. Trabajemos esos aspectos a mejorar:

  • Las formas de comunicar un no o una opinión
  • la comunicación asertiva
  • la gestión de las emociones
  • el respeto por los demás
  • la negociación, buscando un bien común
  • la escucha
  • etc.

Nada como un peque con carácter fuerte para darnos la oportunidad de trabajar la paciencia en grado máster 🙂 y poner en marcha nuevas formas de educar. Así que…

 

Dejemos de ver el carácter fuerte como algo negativo. Aceptémoslo. Sepamos que es algo innato, lleno de tesoros y entrenemos con ellos todos los aspectos que se pueden mejorar, sin tratar de convertirles en quienes no son.

 

No es fácil. Lo sé bien.

Pero somos capaces de hacer cosas difíciles.

No te va a salir siempre bien.

Permítete fallar, es decir, no te castigues por ello; todos fallamos. Levántate, sacúdete el polvo de la caída, aprende y sigue adelante con los nuevos aprendizajes. Eso también será un aprendizaje fantástico para esos ojos que te están mirando todo el tiempo, los de tu peque.

 

© Ana Isabel Fraga 2018. Todos los derechos reservados.