Dentro de nuestras relaciones importantes está la relación con nuestros hijos e hijas, relación que si soléis leerme, sabéis que para mí parte de una buena relación con nosotros mismos. Porque no podemos ofrecer lo que no tenemos, ni enseñar lo que no hemos asimilado en nuestro interior.

Pero no quiero que olvidemos otra de las relaciones importantes de nuestra vida, si la tenemos: la relación de pareja.

Lo cierto es que a veces estamos muy preocupados y ocupados con el trabajo educativo de los más pequeños y vamos dejando de lado la construcción de la pareja, la alimentación de ese vínculo… Y en muchos casos, es precisamente al que está (o a la que está) a nuestro lado a quien solemos soltar todas nuestras frustraciones y estrés. Y dejamos de cuidar el amor de pareja.

Estamos enfocados en conectar con nuestros peques, en encontrar la forma de llegar a sus corazones, en aprender a comunicarnos con ellos/as, en entender sus procesos, en guiarles de formas que les lleven a ser adultos plenos con buenas habilidades que les sirvan en la vida… Y eso es genial.

Sin embargo, este enfoque ha de combinarse de forma simultánea con tomar consciencia también de nuestra relación en pareja, cuidándola y fortaleciéndola. Porque ambas pueden ser prioritarias, no tenemos que escoger una y abandonar a la otra.

Sí, es cierto que estamos rodeados de creencias muy extendidas en las que parece que el sino de toda pareja es ir marchitándose con el tiempo. Pero, ¿y si no fuese así?

¿Estamos trabajando por ello? ¿Estamos poniendo el mismo empeño en tener una saludable relación y «regar» el amor que en construir otras relaciones? ¿O lo estamos dando de lado en pro de otras cosas sin darnos cuenta de que no tenemos por qué elegir solo una?

Poner la educación de nuestros hijos como una prioridad no significa en ningún caso que haya de ser la única prioridad, y de hecho ambas pueden convivir en ese primer puesto. Lo que será además una gran ventaja para la construcción y evolución de la familia.

En una relación de pareja hemos de ser conscientes igualmente de unas cuantas cosas entre las cuales podríamos nombrar:

  • Cuidar el ambiente emocional tratando de gestionar lo que sentimos de forma que no «escupamos» al otro todas nuestras frustraciones o «paguemos» el estrés del día con el otro (o la otra). Hemos de tomar consciencia de que es precisamente la persona que tenemos al lado cada día, con la que estamos por amor, a la que mejor tenemos que cuidar. Y eso implica (como siempre), ese trabajo co nosotros mismos y nuestras emociones.
  • Permitir errores, que no se trata de «cortar cabezas» cada vez que metamos la pata. A veces no perdonamos pequeñas cosas del día a día o las mantenemos durante más tiempo del conveniente, tensando el ambiente y dando pie al distanciamiento.
  • Hablar, comunicar lo que sientes y lo que piensas, siempre con respeto y con el objetivo de encontrar soluciones.

¿Qué podrías hacer hoy para «regar» ese amor?

¿Cómo podrías sacar tu estrés, tus frustraciones, etc. sin herir al otro/a?

¿Qué errores no estás perdonando que en realidad no tienen mayor importancia?

Este es un buen punto de partida para comenzar.

 

©Ana Isabel Fraga 2018. Todos los derechos reservados.