Uno de los errores más comunes y muy humanos cuando criamos a un niño o niña muy intensos y de fuerte carácter, es tomarle miedo a esas explosiones y acabar por ceder cuando no es adecuado hacerlo.

Todo por ganar en calma.

 

Y a corto plazo sí que se logra. Pero a medio y largo plazo la cosa empeora.

Pongamos un ejemplo: sabemos que nuestro hijo está demasiado tiempo delante de una pantalla (ya sea la tele, el ordenador, el móvil, la consola… o todo ello) y que a la hora de dejarlo o de marcar límites de tiempos siempre surge el conflicto.

Un conflicto que no es precisamente suave, si no que nos trae toda una explosión emocional que nos llevará bastante tiempo gestionar y que, sabemos, nos va a dejar agotados, frustrados y desesperados. Así que vamos dándole más y más tiempo. Y sí, ganamos en tranquilidad pero es una tranquilidad engañosa, porque esa situación no es la mejor para el niño. En este ejemplo, sabemos que pasar demasiado tiempo delante de una pantalla no es saludable por muchos motivos y la situación acabará haciéndose insostenible. Nunca encontrará el momento de parar y tú te sentirás fatal también.

No es raro que tratemos de buscar disculpas, que nos engañemos a nosotros mismos, que pensemos que por un rato más…

Y lo sé porque a mí me ha pasado, y me pasa todavía algunas veces. Estos días precisamente me he dado cuenta de que estaba evitando resolver una situación con uno de mis hijos. Una situación que realmente necesitaba de mucha paciencia y constancia por mi parte y que sabía que muy probablemente me traería momentos explosivos y complicados.

He tenido que ponerme las pilas.

¿Qué hacemos con esto entonces?

  • Lo primero no te castigues, porque intentar evitar un conflicto cuando ya tienes de serie varios al día no te hace peor persona, solo un ser humano que trata de buscar un poco de paz. Sabes que por ahí no van las cosas, pero sabes también que eres humano/a y mientras no estés cableado por dentro vas a cometer errores y pifiarla, pero… la buena noticia es que esto es una oportunidad para aprender más y más (y en mi caso añado que para compartir con vosotros más y más)

 

  • Acéptalo y prepárate para enfocar toda tu energía en buscar cómo solucionar. Quizás tengas que elaborar un plan, pensarlo tranquilamente para hacerlo de tal modo que sea bueno para todos los implicados y pensar en cómo comunicarlo y cuándo. No lo hagas mientras estáis inmersos en una situación estresante, espera a que los ánimos estén calmados, aunque seguramente si esos límites no le gustan este será el primer pistoletazo de salida para ver los «fuegos artificiales» XXL. Tú me entiendes.

 

  • Piensa que invitamos más al conflicto cuando nos contradecimos, cambiamos de normas cada día o las vamos abandonando sin haberlas ni puesto en marcha. Esto es muy confuso para el niño y para todos, y le da una falsa idea de lo que esperamos que ocurra en esa situación. Cuando somos constantes y claros con los límites y normas (siempre que sean normas razonables) el tiempo acaba convirtiéndolas en parte de las rutinas del día a día y todo es menos costoso.

 

  • Mantente firme, y con firme quiero decir constante y tranquilo. Firmeza no es rigidez, porque dentro de esta constancia puede haber una cierta flexibilidad pero aprende a distinguir entre esto y permisividad (que básicamente es ceder todo el rato) Me explico, si acaba de terminar la hora que propusisteis para que dejase de jugar al ordenador y te dice que le faltan 5 minutos de esa partida tan chula, pues no pasa nada. La cosa es que si después le faltan otros 5 y otros 5, ahí ya estaríamos cayendo en la permisividad. Firmeza tampoco es ser borde. Te dejo el enlace a un artículo enterito sobre esto: míralo aquí.

 

  • Mantén las normas tal cual las pensasteis durante un tiempo que estipules con antelación, para así no caer en la tentación de mañana volver a hacer cambios. Ya sé que puede que te entren las dudas, puede que lo que hayas establecido no acabe de ajustarse bien a lo que pretendéis o el niño no esté a gusto con ello, y puede que necesite ser revisado y modificado, ¡claro que sí!, pero no al día siguiente. Dale un tiempo, ¿qué tal una semana? Al final de esa semana os sentáis y habláis de ello para ver qué tal os fue y si hay que mejorar o modificar algo. Puedes informarle de esto, de que a la semana veréis qué tal fue, pero que hasta entonces hay que dar la oportunidad de ver qué pasa.

 

  • Asegúrate de que entiende que estos cambios son necesarios para su bien (en el caso de las pantallas que decía anteriormente puedes explicarle los perjuicios que tiene en su salud mantenerse tanto tiempo sentado, o para su cerebro el estímulo constante de ese estilo…), que los propones porque le quieres y te importa muchísimo. Porque estas son las razones que nos mueven y deben estar muy claras. Olvídate de usar razones que usen la culpa, o cualquier otra cosa parecida.

 

  • Asume que muy probablemente habrá momentos de tensión gordos mientras se va poniendo en práctica todo esto. Estate preparado para ello, porque no es fácil aguantar el chaparrón con tranquilidad, pero es ahí hacia donde debes tender. Así que fíjate en qué cosas concretas o qué pensamientos son los detonantes de que pierdas la calma y cuando aparezcan ten preparados tus «calmantes». Estos calmantes pueden ser cosas como acudir a leer un papelito con ideas para relajarte o con una frase que te ayude a volver a la calma por ejemplo. Y si no lo has conseguido y la paciencia se te ha ido por el desagüe, entonces respira hondo, perdónate, pide disculpas y vuelve a intentarlo. Porque a ti tampoco te va a salir siempre y tampoco te va a salir bien desde el principio.

 

¡Ánimo!

Estamos en el mismo barco. Navegamos un mismo mar.

 

©Ana Isabel Fraga Sánchez 2020. Todos los derechos reservados.