El modo en que nos comunicamos es vital para conseguir que la otra persona nos escuche.

Comunicarnos de forma correcta hace la diferencia entre que la otra persona esté dispuesta a oír y atender de verdad lo que estamos tratando de decir, o que se cierre en banda levantando un muro en el que rebotarán nuestras palabras.

Esto es así para cualquier intento de comunicación. También, evidentemente, con nuestros hijos.

En mi caso, y dado que mis dos hijos tienen una intensidad emocional entre alta y súper alta 😉 el manejo de la comunicación de otras formas ha sido fundamental para mejorar la armonía en casa y abordar los momentos difíciles con más facilidad. No es ninguna panacea, ni la solución a todos tus problemas, pero sí me atrevería a decir (permitidme la licencia) que es una base esencial.

Por eso, porque me parece fundamental, he decidido comenzar este año con una serie de artículos encaminados al arte de expresarnos para que el otro esté dispuesto a escucharnos. Porque, estaréis conmigo, si ni las palabras llegan no hay mucho más que podamos hacer.

Y hoy quiero empezar con la magia que desprende ese lenguaje que todos tenemos y que no tiene que ver ya con las palabras, pero que es sumamente importante: el lenguaje no verbal.

Pero antes de continuar quiero destacar algo relevante.

Esto son algunas ideas para ayudarte a reflexionar sobre qué cambios podrías hacer en tu vida que te la hagan más fácil y que logren mayor armonía en tu casa. No debes tomarlo como un listado de perfección, ni un manual o algo que si no cumples te haga sentir como inadecuad@.

Toma lo que te sirva, lo que te haga sentir bien, lo que cuadre con tu vida y circunstancias. Deja lo demás para otro día o para nunca. Porque no hay una sola forma de hacer las cosas ni de hacerlas bien y porque tu camino debe ser caminado por ti.

El lenguaje no verbal

Cuando hablamos de lenguaje no verbal nos referimos a todo aquello que sale de nosotros y que transmite una información a nuestro interlocutor, incluso sin soltar ni media palabra. Este tipo de lenguaje llega hasta a los más pequeños. Por eso, como ya recomendaba Tracy Hogg, es importante contarles las cosas a los bebés también. No importa si no entienden tus palabras, están captando tu lenguaje no verbal. Esa «energía» de calma o ansiedad, de alegría o tristeza… les llega de alguna forma. Concretamente vamos a hablar del tono de voz, la mirada, la postura corporal, los gestos y movimientos…

Tono de voz

Una misma frase puede tener un efecto muy distinto según hablemos en bajo o la gritemos, según tomemos un tono de amabilidad o uno de enfado, según lo digamos con calma o con reproche…

Prueba a decir esta frase en distintos tonos: «Es hora de ir a dormir»

¿Cómo crees que un niño recibirá esta frase en cada uno de los tonos? ¿En cuál o cuáles estará más dispuesto a escucharnos?

 

Mirada

Todos o casi todos recordamos aquella mirada de advertencia, en la que sin decir ni mu sabíamos que era momento de parar. Una sola mirada nos daba toda esa información.

Por eso si lo que sale por nuestra boca va acompañado de una mirada de reproche, de enfado, de advertencia… o de complicidad, de cariño, de alegría…. la información llega de distinta manera. La frase, el contenido, quedan relegados a un segundo plano y de nuevo pueden hacer que en la otra persona se levanten muros o no.

La conexión siempre ayuda a que el otro nos quiera escuchar y colaborar (no es una formula matemática ni mucho menos pero es más fácil que encuentres colaboración así), por eso una mirada de «ya sé que cuesta un montón recoger» o  de «entiendo que no es fácil»… seguro te ayudará mucho más que una mirada de «otra vez todo tirado» o de «estoy hasta las narices de ver la habitación así»

Una mirada de comprensión no significa que esté de acuerdo con que la habitación esté tirada, ni que no vayas a hacer nada para mejorar la situación. Lo único que significa es que puedes ponerte en su lugar y ver que es un rollo y un fastidio para él/ella.

A partir de ahí y de esa conexión, es más fácil abordar las posibles soluciones.

 

 

Postura corporal

Fíjate en cómo se coloca tu cuerpo cuando estás calmad@ charlando con alguien y en cuando estás enfadad@ o triste, por ejemplo. Habitualmente tu espalda, tus hombros, tu cabeza… adoptan posiciones diferentes.

Estas posturas envían información importante a la otra persona, provocando que se produzca un acercamiento o por el contrario un alejamiento.

¿Cómo estarán más dispuestos a escucharnos? ¿Desde el acercamiento o desde la lejanía?

Gestos

Las muecas y gestos comunican mucho. Solo por la cara de alguien ya sabemos si está sintiendo asco, alegría, enfado, tristeza…

Así que si por ejemplo estás muy cabread@ no vayas a decir aquello de «no me pasa nada, no estoy enfadad@», o si sientes una gran pena mejor nada de decir «estoy bien, estoy bien. No me pasa nada»

Porque estás enviando información contradictoria a tus hijos (bueno, y a los demás, claro). Asume cómo te sientes y verbalízalo, pero mejor habla del problema con el niño (si es el caso) cuando puedas estar más tranquil@.

La información no verbal es mucho más rápida en llegar, y los niños especialmente la captan al vuelo.

 

Movimientos

Apretar los puños, tensar las mandíbulas o cualquier otro músculo, mover nerviosamente las manos, juguetear con los dedos, rascarse, o infinidad de movimientos que podemos adoptar ante lo que sentimos también comunican mucho.

Hazte consciente de estos movimientos y de la interpretación que provocan en el otro para poder modificar los que consideres oportunos en el momento adecuado.

 

La comunicación es un arte que se puede aprender, y que puede lograr grandes cambios en tu relación con los otros, en el ambiente familiar y en la resolución de conflictos.

Y un excelente modo de mostrar lo que sentimos por ellos 🙂

¿Qué vas a probar esta semana?

 

© Ana Isabel Fraga Sánchez 2017. Todos los derechos reservados.