¿A quién no le ha pasado esto? Tú a prisas por las mañanas, mirando el reloj sin parar y de pronto tu hijo o tu hija se niegan a ir al colegio.

Comienza el drama. O no.

Lo primero que tengo que deciros es que hay muchas formas de negarse a ir al colegio:

¡No pienso ir!
U otra frase del estilo. Es decir, expresando claramente que no tienen intención de ir. Y ya está organizada la lucha, porque ante eso solemos ponernos en pie de guerra y empezar con la perorata de «¿Cómo que no quieres ir? ¡De eso nada! ¡Sal por la puerta pero ya!»

Negándose a... levantarse, vestirse o cualquier otra parte de la rutina para estar listos para irse al cole.

Se hacen los remolones, tienes que acabar vistiéndoles tú si quieres llegar (en el caso de los mayores, que ya deberían hacerlo por sí mismos), se arrancan el calcetín o ponen posturas extrañas con lo que te es imposible ponerles una sola prenda…

– Haciendo tiempo innecesariamente.

Sabes que no necesitan ese tiempo que están desperdiciando a manos llenas, que no es su estilo. U oyes frases del tipo «Ahora voy», «un momento», «sí, ahora mismo»… sin que no llegue ni el ahora, ni el momento ni el ahora mismo.

Ojo aquí, porque si su estilo temperamental es que necesitan su tiempo para hacer las cosas habitualmente y les estás llevando a tu ritmo (no al suyo), eso es otra historia y tendrás que adaptar los ritmos.

– Encontrándose mal de forma repetida cuando hay colegio.

Ese malestar desaparece cuando ya no hay que ir o en vacaciones y fines de semana, volviendo misteriosamente los lunes. Esto no significa que lo estén inventando. Podría ocurrir, sí, y tendríamos que profundizar para ver qué está pasando, pero también nuestras emociones cuando son dolorosas e intensas pueden realmente somatizarse en dolores físicos (dolor de tripa, de cabeza, malestar, revoltura…)

¿Qué podemos hacer?

No es nada sencillo, pero aquí os doy algunas ideas que podéis probar:

  • Mantén la calma por encima de todo.

Y sé bien lo difícil que puede ser, porque por las mañanas andamos mil por hora y tenemos el tiempo más que contado. Pero que pierdas los nervios no va a ayudar a nadie y tampoco solucionará la situación, a parte de ser una manera muy desagradable de comenzar el día.

  • Evita decir todo el rato ¡venga!, ¡vamos! ¡que llegamos tarde!

Yo tengo que andar mordiéndome la lengua para no decirlo y aún así se me escapa a veces. Y es que es bastante difícil, pero verás que cuando lo consigas a base de ser consciente y cerrar la boca cada día, los niños estarán más relajados y más dispuestos. ¡Si es que les estresamos! A cambio dale un reloj, haz una rutina para que sepa que toca en cada momento, cantad, poned música… (os dejo ideas en el artículo ¡Hora de levantarse e ir al cole!)

  • Deja los reproches en el cajón de la mesilla.

Y levántate con otro ánimo, porque crean mal ambiente y no funcionan en absoluto. Además acaban desembocando en amenazas. Que funcionan, no te voy a decir que no, pero funcionan para que se mueva en ese momento y dejan dolor, resentimiento, enfado y lejanía. No interesan. Nada. Con niños de carácter ni siquiera funcionan al corto plazo, porque se van con todas las consecuencias a la lucha de poder y por tanto a ¡vamos a ver quién puede más! Así que por favor, descártalo. Y si se te ha escapado alguna, cosa que nos pasa a todos por muy conscientes que seamos en un momento de tensión máximo y sin saber qué hacer ya, recuerda pedir disculpas cuando ya estés más calmada y sentarte con tu hijo o hija a hablar las cosas.

  • Ponte en su lugar.

Que empezar al colegio es para casi todos un tostón, incluso aunque vayan ilusionados y les encante, los madrugones están ahí y venimos del verano, donde la hora de levantarse era mucho más flexible y desde luego tardía. Entiende, comprende, abraza, dile que sabes que es difícil y que también sabes que juntos podéis lograrlo. Anima, alienta, ofrece apoyo.

  • Tómate unos minutos.

Si te estás poniendo de los nervios y ya ves que la mañana va a acabar como el rosario de la Aurora, coge aire y tómate unos minutos si es que puedes permitírtelo por los horarios del trabajo. Y si no puedes y todo termina en nervios, llantos y mal ambiente piensa cómo podrías hacerlo a partir de ahora, quizás levantándoos un poco antes para prevenir estos momentos. Y si puedes permitirte este ratito de calma pero te pone fatal pensar en que el niño llegue tarde, reflexiona un momento. No es tan importante que un día llegue tarde, estamos en período de adaptación al colegio. Otra cosa es que llegase tarde de forma habitual.

  • Busca soluciones.

Si llega tarde de forma habitual tienes que sentarte a hablar con el niño. Plantea el problema y pregúntale qué solución cree que hay. Ayúdale dándole opciones si no se le ocurre. Solo hay una norma para esto: que se trate de soluciones que sean buenas para todos, nunca de castigos ni de pagar por los errores.

Ahora bien, si esto ocurre con mucha frecuencia, el niño muestra a menudo síntomas de estar enfermo solo cuando tiene que ir al colegio, le notas nervioso y preocupado…

Busca un momento de tranquilidad, quizás el fin de semana y habla con tu hijo.

Dile que ves que se pone malito, o muy nervioso o lo que sea que hayas notado, solo cuando hay cole y que te gustaría saber si está pasando alguna cosa.

Sé que estarás ahora mismo pensando en el temido buliying, y es una posibilidad, desde luego. Pero no es la única.

Puede tratarse de otras cosas como:

  • Sensibilidad a ruidos y otros estímulos sensoriales.

Si tu hijo es altamente sensible (NAS) es posible que esté abrumado. El cambio de clase, de cole, de rutinas, de compañeros, de profe… El ruido que hacen tantos niños en un aula (o incluso aunque sean pocos. Mi hijo pequeño llegaba con dolor de cabeza por el ruido de sus 7 compañeros de clase por ejemplo). Quedarse a comer, si es el caso, en el comedor del colegio en el que hay otras normas, otras costumbres, otros sabores… Los nuevos olores, las emociones de sus compañeros que también tratan de adaptarse y están ansiosos, preocupados, entusiasmados, tristes, o cualquier otra emoción de intensidad media-alta, que estos niños captan cono antenas y la hacen propia.

  • No se están atendiendo de forma adecuada sus necesidades en el colegio.

Esto nos lo encontramos muchas veces los padres de niños y niñas con necesidades especiales, del tipo que sean. Las altas capacidades, cualquier trastorno del espectro autista, hiperactividad, etc.

Algunas cosas son demasiado para ellos y acaban por odiar ir al colegio. Ojo con esto.

Habla con sus profesores. Indaga.

  • No estás teniendo en cuenta su temperamento.

Ya os señalaba anteriormente el tema del ritmo, por ejemplo. Pero hay muchas otras cosas y es importante que las observes con detalle, para saber cuáles son las necesidades de tu hijo y ya desde ese entendimiento hacer los cambios oportunos para no toparte con estos problemas a diario.

Otra de las particularidades que ya os señalé es la sensibilidad. Debes tener en cuenta también factores como su capacidad de adaptación a los cambios (y no solo los cambios grandes, si no también los pequeños, esas transiciones del día a día entre actividades), dándole la oportunidad de hacerlos con suavidad y no sometiéndole a más de los necesarios.

Considera también su nivel de actividad. Igual le viene genial levantarse con música alegre y movida o por el contrario necesita hacerlo con suavidad y silencio, etc.

Puedes saber más sobre los rasgos del temperamento en mi curso online Niños de Carácter – Familias Intensas.

  • Ha llegado a la conclusión de que así se siente más tenido en cuenta.

Te animo a que eches un vistazo a los porqués del comportamiento y trates de ver si el comportamiento de tu hijo o hija encaja en alguna de las 4 creencias erróneas para sentir que pertenece y es importante y que le pueden estar llevando a esta actitud.

Si este es el caso puedes hacerte con mi libro de los Cuentos Iceberg, que ayuda a los niños y niñas a entender estas creencias erróneas de cómo sentirse importantes.

¿Qué otras cosas se te ocurren?

Recuerda que lo más importante siempre ante un problema es tratar de averiguar su causa. No quedarnos en la superficie, porque si no solucionamos desde la raíz no habrá solución, solo parches.

©Ana Isabel Fraga 2019. Todos los derechos reservados.