Si tengo que organizar un evento, un armario, un curso, un trabajo concreto, una prueba, incluso un grupo de personas… soy súper organizada. Es decir, cuando se trata de algo acotado en el tiempo de una duración determinada, no hay problemas. Me sale solo, soy rápida y muy efectiva. Los problemas vienen cuando hablamos de la organización de la vida, del día a día, de aquello que es a lo largo del tiempo y me implica directamente a mí .

Ejemplos: durante mi etapa de estudiante tenía mi carpeta perfectamente organizada, mis apuntes… En los exámenes también. Me organizaba para hacer los deberes, estudiar… pero día a día. Recuerdo que nos enseñaron en esa etapa a hacernos un horario de estudios, organizando cada día de la semana el rato que íbamos a dedicar a cada asignatura de forma constante. Yo lo hice. En un papel, claro, porque llevarlo a la práctica me resultó imposible, insoportable e insostenible. Y como te decían que así tenía que ser empecé a sentir que no era capaz de comprometerme. ¡Craso error!

Años luchando con la idea y la creencia en mi cabeza de que soy incapaz de organizar mi tiempo. Eso sí, sin dejar de intentarlo, haciendo listas de cosas que hacer, buscando información sobre cómo lograrlo, viendo cómo otros lo hacen (y sintiendo una envidia corrosiva porque yo no puedo) y sintiéndome tooooooodo el rato incapaz, inconstante, con poca fuerza de voluntad…

Y tengo que decir que sí, que es verdad, que no puedo y probablemente jamás podré organizarme. Al menos organizarme como lo hace la mayor parte de la gente.

No podré hacerlo jamás con el concepto que se suele transmitir de organización porque va en contra de mi naturaleza. Pero… sí que puedo buscar mi nueva forma de hacerlo.

¿A qué me refiero con que va en contra de mi naturaleza? 

  • Me aburre infinitamente.

Y ya sabemos que el aburrimiento para las personas de aacc es una cosa muy seria. No es… a ver con qué me puedo distraer. No. Es… ¡no lo soporto! quiero irme de esto inmediatamente o empezaré a encontrarme mal de alguna manera. Las estructuras cotidianas y repetitivas simplemente son un suplicio para mí. Un suplicio. No exagero. Me pueden hacer llorar. No me importa admitirlo. Desde luego, ciertas rutinas me ayudan en mi día a día, pero deben tener una gran flexibilidad en realidad y necesito saltármelas de vez en cuando para que no se conviertan en sogas. A pesar de ello siempre he tratado de plegarme a ello y de ponerlo en marcha. Ahora, claro está, entiendo cuál es mi punto.

  • Los estímulos, los retos espontáneos, el instinto, las emociones… no se pueden organizar ni ponerles fecha

Porque esto, por definición haría que fuesen otra cosa. Y teniendo en cuenta que no puedo vivir a gusto sin todo eso… pues como se suele decir: blanco y en botella.

  • Mi mente vaga por distintos sitios a la vez.

Sí, ya sé que uno debe centrarse en una sola cosa para ser efectivo y rendir más… y todo eso que nos suelen decir, pero… debo decir que en mi caso no funciona. A veces, mi mente va muy deprisa, como mientras escribo este artículo, al que he venido mientras leía un libro y al mismo tiempo anotaba ideas para este artículo, y de camino a abrir el blog he creado un post programado para instagram sobre otra cosa porque en ese momento lo pensé. Sí, es un lío, pero es que lo lineal me cansa, me aburre, me da un tedio insoportable y está, para mí, desprovisto de entusiasmo y emoción (y por tanto de vida). No digo que no tengamos que tratar de domar a este caballo desbocado que tenemos por mente, para sacar lo mejor de ella, pero es que, personalmente, no me parece que nos haga ningún bien obligarnos a ir contra natura y obligarnos a ser diametralmente opuestos a como somos. Es más bien aprender a aprovecharlo (ahora te cuento cómo hago) lo que creo que nos ayudará. Por eso, tratar de ponerme el reto de que de 10 a 11 voy a ocuparme de escribir un artículo, de 11 a 12 ponerme con canva para hacer post de instagram, y de 12 a 13 mirar el correo por ejemplo, no me sale bien. Es cierto que en algunos casos en los que he necesitado terminar algo puntualmente he tenido que hacerlo y lo he podido hacer (con esfuerzo), pero no puedo usarlo de forma constante y como método para mi día a día. ¡Imposible! Lo que sí puedo hacer es eliminar distracciones externas. Ya sabéis, que si pon el móvil en silencio, que si no atiendas llamadas en ese momento, que si cierra la puerta… pero la cosa es que las distracciones las tengo dentro de mí con un constante pensamiento y un constante análisis.

  • Las cosas de la casa las siento como una pérdida de tiempo.

¡Uf! Para mí, en general son una pérdida de tiempo, puesto que sentir que aprovecho el tiempo es tan importante para mí y que mi forma de sentirlo es leer, aprender, conocer, ayudar, escribir… Imagináos el sufrimiento con esto. He tratado de todas las formas posible organizarme, pero por ahí no va la cosa.

  • Lo del orden con los objetos es algo curioso, porque tengo una buena organización, o empiezo con ella y luego me la voy cargando

Básicamente porque lleno de objetos la mesa y al cabo de unos días la tengo petada de libretas, apuntes, libros… También me pasa que empiezo una actividad y me voy a otra y suelo dejar aquella con la desorganización que tenía porque la quiero volver a coger, cosa que puede pasar al día siguiente o dos semanas después… o quizás acabe por darme cuenta que no puedo y finalmente lo quite de ahí.  O sea, hago una organización genial y luego me la cargo. Ejemplo: me puse a coser unas cosillas sencillas que quería hacer, cosí una, dejé recortados los patrones de la otra. y la mesa repleta de lo típico (tijeras, costurero, telas…). Luego me puse  con otra tarea y pasaron varios días con la máquina de coser sobre aquella mesa.

En definitiva, vengo a concluir lo de siempre. Demasiados años juzgándome por no conseguir algo que para tantos es algo natural y cómodo, y que les ayuda en su día a día. Demasiados años poniéndome etiquetas y tratando de escalar una montaña por la ladera equivocada (para mí).

Tenemos que salir de la caja, del pensamiento cuadriculado en una sola forma de ver la vida, que no es la nuestra. Saliendo de ella la vida se torna más sencilla para nosotras. Se trata de ver con qué contamos, cómo vemos la vida y desde ahí buscar soluciones. Yo me he pasado, seguro que como tú, muchos años buscando soluciones desde los parámetros equivocados.

Así que, no es que no pueda organizarme, es que no puedo hacerlo como los demás y quizás mi forma de lograrlo ni siquiera pueda llamarse orden, pero…

la «fórmula» para mí es la siguiente:

  • Preguntarme cuál es mi objetivo.

No para qué quiero organizarme, si no más bien qué quiero conseguir. Si quiero acabar la novela (como he conseguido este verano), crear contenidos para el blog o instagram, tener más tiempo para mí, hacer ejercicio… lo que sea.

  • Hacerme una lista de tareas por hacer, sin horarios rígidos ni fijos.

Como mucho tener en cuenta plazos si es necesario, hacer listado diario o semanal… según me convenga o lo que esté haciendo.

  • Tener siempre un papel a mano para apuntar lo que se me ocurre.

También vale el móvil o lo que sea que te ayude a sacar esa idea de tu cabeza para mirarla cuando toque y que no te atasque el cerebro por querer recordarla cuando se vienen muchos más pensamientos en segundos.

  • No forzarme a hacer solo una cosa salvo que sea urgente.

Permitirme anotar lo que se me va ocurriendo y saltar a otra cosa si lo siento así. Eso sí, si la cosa se desmadra y no consigo acabar nada de lo que necesito o el salto de una cosa a otra se convierte en una locura hay que parar, calmarse y respirar. Además aquí hay que andar con ojo para no usarlo como forma para procrastinar (dejarlo para después) o para evitar hacer algo que requiere mucho esfuerzo y nos estamos saboteando.Recuerda que no se trata de dejarse arrastrar por tu mente si no de aprovechar su potencialidad. Entonces, si soy capaz de hacer varias cosas a la vez y eso me hace sentir bien ¡adelante!. Si lo que siento es mucho estrés por no llegar a todo lo que mi mente me indica y me aturullo es momento de poner a esa cabecita hiper rápida en dieta blanda (lo que yo llamo dieta blanda es darle qué hacer de cosas que te gusten pero que no tengan que ver con el trabajo o lo que te anda obsesionando, y hacer cosas manuales que te tranquilicen)

  • En cuanto a la casa…

para mí, lo mejor es simplificar al máximo para que me dé el mínimo trabajo posible y repartir tareas, pedir ayuda… O sea, minimizarlo y hacerlo sencillo. Sigo intentando mejorar este punto, que se torna complicado.

  • Aceptarme, ¡leche!

No voy a tener la casa estupenda y posiblemente ni se acerque a bastante bien. Es posible que algunos días me líe yo sola y no saque el trabajo adelante que tenía pensado, pero también sé que soy muy rápida y eficaz en otros momentos y que mi pasión por lo que hago tira de mí con mucha fuerza. Es posible que no soporte las rutinas pero puedo tener algunas básicas que me hagan sentir segura también y muy feliz cuando me las salto. Aceptar que mi forma de estar en el mundo se aproxima más a una montaña rusa que a un mar en calma, pero que puedo disfrutar de la emoción de la montaña rusa y aprender a manejarla a mi favor una gran parte del tiempo (que no todo).

¿Es esta la mejor forma de organizarse?

Pues diría que es una organización un tanto ecléctica y la verdad, no sé si estas dos palabras pueden ir juntas en una misma frase refiriéndose la una a la otra porque son del todo contradictorias y parece que se matan entre sí, pero para mí está bien. No es un sistema sino una forma de sacarle el máximo partido a mi forma de estar en el mundo, que sigo paso a paso conociendo, y que se aleja de esos sistemas creados para otras personas. Tampoco es un planning, es una forma de bailar con nuestra esencia y dejar de exigirnos ser quienes no somos y de etiquetarnos desde las premisas y el funcionamiento de otros. ¡Tampoco se está tan mal así!

Saquemos el pensamiento de la caja y busquemos nuevas formas, más nuestras, de hacer las cosas.

©Ana Isabel Fraga. Septiembre 2021. Todos los derechos reservados.