La lucha contra el perfeccionismo ha sido, y es un trabajo constante en mi vida, un día a día. Y cuesta hasta decirlo, porque al mismo tiempo que os digo que lucho con el perfeccionismo cada día, una vocecita dentro de mí me dice: Oye, pero ¿tú piensas que eres perfecta? Porque estás lejos de narices.

Y puede parecer paradójico, pero no lo es, porque es precisamente la voz del perfeccionismo la que me dice que disto mucho de ser perfecta.

¿Cómo puedo entonces hablar de perfeccionismo cuando me siento tan lejos de serlo? Porque…

el perfeccionismo no es la perfección, si no la desesperada necesidad de lograrla algún día.

Ahí está el punto.

Y el perfeccionismo te ahoga en muchos aspectos, cuando te dejas llevar por sus duras palabras:

    • Si has cometido errores en el pasado o simplemente no has hecho las cosas de la forma perfecta en que esperabas (te exigías) lograrlo, ya tienes sobre ti una sentencia. «Lo siento, ya no eres digna y no lo serás jamás». He sufrido mucho por esto. Especialmente en mi papel como madre. Si miro atrás siempre veo fallos, cosas que podría haber hecho mejor, conocimientos que no tenía en momentos de mi vida donde me hubiesen sido de mucha ayuda, cosas que hice y cosas que no hice…
    • Angustia.
    • Culpa. 
    • Frustración.
    • Miedo.
    • Sensación de no ser nunca suficiente.
    • Continua sensación de insatisfacción.
    • Autocuestionamiento/autocrítica constante y profunda (o quizás debería decir salvaje)

Y trae consecuencias:

            • Dejar de intentar algo porque estás segura de fracasar.
            • Tener un bajo concepto de ti misma, alejado de la realidad, porque siempre te comparas con el máximo, la perfección, lo ideal. ¡Cuántas mujeres de aacc tienen una imagen distorsionadas de sí mismas y de sus posibilidades!
            • No terminar las cosas, porque nunca están lo suficientemente bien.
            • Creer que en realidad eres un fraude (síndrome del impostor)
            • No valorar tus talentos, ni tu inteligencia, ni tus capacidades…
            • Sentirte fracasada.

Tenemos altos estándares, muy altos. En cuanto a cómo deberían ser las cosas, en cuanto a nuestros valores, en cuanto al mundo, en cuanto a las relaciones, en cuanto a los sistemas que nos dirigen, en cuanto a todo.

Ahora bien, hay un concepto, que hace años incorporé a mi vida y que me colocó en el mejor sitio para manejar todo esto. Y es que mi mente es así, tiende hacia lo que tiende y la cabra siempre tirará al monte, por eso tratar de dejar de tener estándares altos es una falacia y no funcionará. Va contra natura y además me haría estar muerta en vida, porque son importantes para mí.

El concepto que a mí me ayudó fue el de la excelencia, y puede parecer lo mismo, pero hay una cierta connotación, una diferencia entre estos dos conceptos (perfeccionismo y excelencia) que lo cambia radicalmente todo.

El perfeccionismo es la búsqueda de ese máximo, de ese todo, de ese ideal. Y está unido a la idea de que no debes, no puedes fallar, no puedes equivocarte, porque eso en sí mismo es faltar a la perfección. Por eso, si metes la pata, todos tus látigos mentales se pondrán en marcha para decirte lo imperfecta que eres.

El auto castigo se activa de forma inmediata.

La excelencia, sin embargo, es la búsqueda de la mejora constante, del aprendizaje continuo, del preguntarse ¿para qué me ha servido esto?, ¿qué puedo aprender de aquí?, ¿cómo puedo usar esto para mejorar aún más?

Así que, por propia definición, cuando cometes un error se entiende como parte del proceso, se entiende como aprendizaje. La actitud es diametralmente opuesta al perfeccionismo. A través de la excelencia el viaje es mucho más placentero.

Así que, sí, puede que la mente de alta capacidad sea perfeccionista y esté repleta de estándares muy elevados. Así somos. Intensas en todas nuestras dimensiones. Conocerlo es un súper poder. Sin embargo, no es cosa de quedarse en el autoconocimiento, si no de ir más allá. No es cosa de decir «pues me toca sufrir toda la vida. Así son las cosas»

No, no.

Se trata de verlo con una nueva perspectiva y darle un color diferente. Así que te invito a cambiar el perfeccionismo por excelencia. A cambiar el autocastigo por la increíble oportunidad de aprender más y más, disfrutando del viaje (o al menos disfrutando mucho más)

Yo hace años que intercambié uno por otro de forma consciente. Lo que no significa que me pille en procesos inconscientes tirando por el otro camino, o que haya dejado de lidiar con ello.

La ventaja es que tenemos una mente preparada para analizar continuamente, y eso puede ser una muy positivo si lo dirigimos y usamos de la forma adecuada. Pillaremos mejor todos esos procesos subconscientes que otras personas, ¿no es eso una ayuda increíble?

Dime si a ti te pasa esto.

©Ana Isabel Fraga Agosto 2021. Todos los derechos reservados.