Seguramente habrás oído o leído que las personas de aacc son personas de mente rápida, que sus procesos mentales van a mayor velocidad que la media, que sus conexiones son más fluidas y que por eso pueden incluso llegar a conclusiones que no pueden justificar a priori porque el camino recorrido para llegar a ellas es tan veloz que no han podido sostenerlo en el consciente.

Entonces, estarás pensando, debería hablar de ritmo rápido, acelerado quizás.

Pero es que la cosa no se queda ahí, porque ese ritmo por momentos frenético tiene unas consecuencias y, al menos en mi caso, tengo que añadir también una alta sensibilidad. Y este es un cóctel que hace que mi ritmo, a ojos externos, pueda parecer caótico.

Me voy a explicar mejor:

  • Como os decía, la mente va a toda pastilla. Reflexiones, conclusiones, visión del problema de fondo, las posibles soluciones y la acción para ponerlo todo en marcha, todo es veloz. Las ideas, los proyectos… a veces se amontonan y literalmente no es posible ponerlos todos en marcha. Mi cuerpo no puede seguir el ritmo y en ocasiones puedo quedarme bloqueada por tanta actividad mental, que es una especie de reacción de supervivencia, creo, para no acabar colapsando. Por eso, puedes ver actividad sin parar y de pronto un parón.
  • La pasión y dedicación por algo que te entusiasma puede ser mucho más que intensa, con lo que de nuevo, mi cuerpo se agota, y ahí puede venir otro parón porque esos niveles de entusiasmo queman energía a tutiplén. Pero ¡ojo!, esos mismos niveles son los que también me otorgan mucha más energía de la que tendría en cualquier otra actividad, por eso, quizás, fuerzo más de lo conveniente la resistencia de mi cuerpo.
  • La autoexigencia de dar lo mejor de uno mismo y más, de marcarse plazos casi imposibles y tareas titánicas te lleva también a agotarte. Y ¡zas!, se viene el parón.
  • Por otro lado, la dificultad en cribar estímulos y acabar por absorberlos todos sin filtro satura los sentidos (baja inhibición latente) y te lleva a un punto de tremendo sobreestímulo que inevitablemente te hace parar.
  • Para evitar el aburrimiento, tan doloroso por la falta de sentido que le da a la vida, uno puede sumergirse en veinte mil cosas y acabar por colapsar.
  • También puedes ver desde fuera una parada brusca de mi ritmo porque me paro a reflexionar sobre el sentido de lo que hago, de lo que siento y de lo que pienso al respecto. Reviso si todo sigue teniendo sentido para mí, si estoy poniendo las cosas importantes en el puesto que le corresponden. Las cosas tienen que tener un significado profundo, para mí, no me vale hacerlas porque toca, porque sí, porque otros lo hacen o porque es lo que se espera de mí. Así que puede vernir un parón de evaluación, y si el rumbo no es lo que esperaba puede vernir otro de redirección.
  • Puedo quedarme parada también, o más bien atascada, por el sobre análisis de las situaciones.

Entender esto tan paradójico me ayudó a gestionarlo muchísimo mejor. Porque cuando no sabía nada de todo esto lo que me decía a mí misma era:

-«Eres una inconstante»

-«Todos tienen más resistencia que tú. ¿Qué te pasa?»

-«Tengo una salud malísima, en cuanto hago dos cosas ya me enfermo. Soy débil»

-«Eres perezosa, ¿otra vez necesitas descansar?»

Te comparas con los otros, a los que consideras normales y no poder comportarte como ell@s te frustra muchísimo, piensas que algo no va bien en ti.

Y para sumarle más angustia al tema también te comparas con la excelencia, con aquellos a los que admiras y que han logrado esto o lo otro.

Más presión. Más saturación. 

Así que, como os decía, entenderlo lo cambió todo. No se trataba de que estuviese llena de defectos o de que hubiese algo que no funcionaba en mí. Era simplemente mi naturaleza, mi funcionamiento innato. Solo eso. Nada más. Y era cuestión de aceptarlo, entenderlo, sacarle el máximo aprovechamiento a la parte positiva y aprender a bailar con ello. Así que, si no quería caer en estados de agotamiento y/o enfermar (dolores de espalda, contracturas, malestar, dolor abdominal, mareos, etc.) debía ponerme las pilas con estas cosas: 

*escuchar a mi cuerpo, sabiendo que no podía seguir el ritmo de mi cabeza. Y parar antes de llegar al límite, donde es el propio cuerpo quien te obliga a hacerlo.

*aprender a manejar mis pensamientos, para que no me dirijan ellos a mí, si no yo a ellos.

*aprender a manejar lo que siento, dándole un sentido de crecimiento y gestionándolo.

*apuntar lo que se me ocurre cuando estoy en un momento álgido de ideas y proyectos.

*darle prioridad al descanso y a tomarme momentos a solas para descargar y recargar.

*aceptando que mi forma de estar en el mundo es así, diferente. Que no puedo ni está en mi naturaleza cumplir con ciertos cánones y que está bien. Que así también puedo hacer muchas cosas, pero no debo negarme a mí misma.

Concluyendo:

Mi ritmo puede ser visto desde afuera como caótico, inconstante o sin sentido quizás. Pero no lo es. Es un ritmo propio, una montaña rusa llena de entusiasmo y de necesarios momentos de parón y bajada. 

Y así, también se pueden hacer muchas cosas. Si a ti te pasa como a mí, no dejes que te digan que no puedes. Porque sí que puedes.

Nota final: Esta es mi experiencia, no quiere decir, por supuesto, que todas las mujeres de aacc y/o as tengan que vivir, sentir o pensar igual que yo.

©Ana Isabel Fraga 2021. Todos los derechos reservados.