Una vez leí un comentario de una madre con unas ideas muy firmes y concretas sobre la crianza. Una de las cosas que me quedó grabada fue un comentario que hacía y que decía algo así como: si tú te sientes culpable por algo será.

Y se me quedó grabado porque me dolió. Me dolió a fuego, me atravesó el corazón. Porque yo me sentía culpable.

Me sentía culpable porque no lo sabía todo, porque no había comprendido todo desde el principio, porque no había podido gestionar bien algunas cosas, porque tomé decisiones basadas en creencias o ideas desacertadas, porque tenía miedo de no estar cubriendo las necesidades de mis hijos, porque tenía terror a dañarles de alguna forma, porque no creía que fuese lo bastante paciente y qué se yo cuantas cosas más que empezaban siempre por la frase «No soy lo suficiente…»

Este tipo de comentarios que meten el dedo en la yaga de la culpa son terribles. Pueden provocar que tu autoestima se caiga en picado, que entres en el bucle de la culpa, que te castigues, que pienses que no eres digna ni merecedora…

Más aún si somos altamente sensibles, o lo que es lo mismo, más aún si sentimos al otro con fuerza y si llevamos cada reflexión a profundidades insondables. Se multiplica.

Y si a ti te ha pasado algo así, tengo algo que decirte:

Que te sientas culpable no significa que lo seas. 

Lo que significa es que ha llegado el momento de mirar dentro de ti y dejar hablar a esa voz sabia que tienes ahí. Mira si de verdad es cierto todo aquello por lo que sientes culpa o es producto de otras cosas.

Es una vuelta hacia ti para sanar tus heridas y sobre todo sanar esa culpa tan poco adaptativa, esa culpa que nace casi por todo, que surge de la necesidad de no cometer jamás un error y de tener la plena seguridad de que todo lo estás haciendo bien.

Y eso no es posible. No, no lo es.

Es hora de destruir algunas creencias y comenzar a hacerse con otras que te ayuden a ser la mejor versión de ti misma con libertad, porque la culpa te encadena, no te deja avanzar, te somete al dolor y la tortura mental sin aportar soluciones, haciéndote daño sin pausa.

Es mortificante.

Necesitas cambiar todo ese «programa mental» que te lleva a sentirte así a casi cada momento. Puedes comenzar con estas:

  • No eres perfecta. Jamás vas a serlo.

Tu crianza no lo va a ser tampoco, ni tu relación con tus hijxs, ni las decisiones que tomes, porque la vida es un camino de aprendizaje, y en todo aprendizaje hay errores. Errores sin los que, muy posiblemente, no serías la persona que eres hoy ni habrías comprendido todo cuanto comprendes hoy.

  • Lo que haces bien también importa, y mucho.

No hace falta estar constantemente centrada en lo que no va bien y darle mil vueltas. Está bien observar lo que no se hizo bien o lo que podemos mejorar, pero desde este punto de vista, el de la observación y el del empeño en mejorar preguntándonos ¿qué podemos hacer diferente?, ¿qué podemos aprender?. Pero también es importante ver lo positivo, todo lo que hemos logrado, lo que aportamos…, y apoyarnos en ello.

  • Lo que no va bien a veces es un regalo increíble.

Porque te da la oportunidad de ver las cosas desde otra mirada y buscar soluciones o fortalecer relaciones… Hay tesoros tras las dificultades, pero hay que pararse a mirarlos. Y esta es una nueva mirada indispensable para evitarnos sufrimientos que ni ayudan, ni sirven, que son completamente gratuitos.

  • Hacer las cosas «bien» más de la mitad de las veces es lo que marca la diferencia.

El todo o nada es una falacia. Un imposible que nos crea frustración si creemos en que podemos lograrlo. Y nos coloca en ese punto de «no soy lo suficientemente…»

  • La maternidad no consiste en no cometer errores jamás.

Es un camino de aprendizaje y evolución también, si tú quieres, como todo en la vida. Me niego a comprar esa idea de maternidad ideal en la que la consciencia significa saber todo, comprender todo y hacerlo todo bien desde el minuto 1.

Para mí la maternidad consciente es aquella en que comprendes tu naturaleza humana, tu forma de estar en el mundo y haces lo mismo con tus hijxs. Es aquella en la que eres compasiva con tus errores y con los de tus hijxs. Es aquella en que tiras de conocimientos abrazando al mismo tiempo tu propia forma de hacer las cosas y el fluir con ellas, incluso con tus errores, tus manías y tus cosas. Incluso aunque le lleves la contraria a lo establecido (sea por quien sea). Es aquella en que te permites ser tú misma y permites que tus hijxs lo sean. Es aquella en que escuchas tu voz mucho más que las del entorno. Es aquella en que te das cuenta de que la proximidad de corazones es lo más importante.

  • Tener miedo al error hace que te bloquees

Y, por ende, que no logres todo lo que podrías lograr, porque te aterra que no salga bien, que no tomes la decisión correcta… Y eso es vivir a medias solamente.

  • Tus hijxs también aprenden de ti.

¿Quieres enseñarles a ser compasivos consigo mismos o quieres que se castiguen con cada error? Porque lo que tú haces les llega con mucha más potencia que lo que les dices que hagan. Sé compasiva contigo. Incorpora estas creencias a tu vida y vive según ellas.

  • Puede que la culpa no desaparezca completamente, pero podemos tomarla como un toque de advertencia

Uno que nos dice:

¡Eh! No eres perfecta, perdónate, aprende y sigue adelante.

Aligera tu carga, eres solo un ser humano haciendo las cosas lo mejor que sabe y que puede. ¡Vamos! Hay muchas cosas que estás haciendo bien.

©Ana Isabel Fraga 2021. Todos los derechos reservados.

 

Aprende más sobre tus emociones. No sólo a manejarlas, si no a crecer a través de ellas.