Es urgente. Es clave. Es vital.

Necesitamos hacerle sitio a lo que sentimos en nuestras vidas. Y necesitamos hacerle sitio a lo que sienten los demás en sus vidas y en nuestras vidas.

Las emociones están ahí, no podemos evitar sentir. Aparecen.

Entonces… me dirás que si están presentes siempre ya tienen espacio en nuestra vida.

Bueno, quizás sí, quizás un espacio similar al que le daríamos a un incómodo huésped que aparece de vez en cuando en nuestra casa, al que ignoramos con la esperanza de que se marche cuanto antes. Está, pero queremos que no esté. Está, pero no le hacemos caso ninguno. Está, pero no lo queremos.

 

Así es como muchos conviven con sus emociones. Como lo harían con un huésped incómodo.

 

  • Nombra lo que sientes

Este es el primer paso para cultivar la inteligencia emocional. Y es que muchas veces nuestro vocabulario emocional no es mucho más extenso que «me siento mal» o «me siento bien». Sin conocer qué sentimos poco podemos hacer más que dejarnos arrastrar o tratar de ignorarlo sin mucho más resultado que convertirnos en una olla a presión que en algún momento explotará sin control.

¿Te sientes mal? ¿Cómo? ¿Angustiado, triste, enfadado, frustrado, desmotivado…?

¿Te sientes bien? ¿Cómo? ¿Contento, entusiasmado, esperanzado, ilusionado…?

 

Aprende vocabulario emocional.

 

  • Pregúntate qué provocó esa emoción

¿Qué ocurrió? ¿Qué pensaste que provocó que te sintieses así? ¿Qué recordaste? ¿Había alguna otra persona involucrada en la situación que te llevó a esa emoción?

Detállalo. Esto te hará darte cuenta de qué hace saltar tus resortes.

 

  • Pregúntate para qué aparece esa emoción.

¿Qué puede haber detrás, en el fondo?  ¿Cuál es su mensaje de crecimiento?

Y esta respuesta solo puede involucrarte a ti, a tus acciones, a tus respuestas, a tu relación contigo misma. Porque en realidad nadie ni nada es culpable de hacernos sentir. Somos nosotros los responsables de ello y es importante centrarse en lo que nos quieren decir nuestras emociones, antes que en echar balones fuera y quedarnos con señalar culpables. Eso no nos sirve. No nos hace crecer, no nos hace resolver, no nos hace cuidar de nosotras, no nos hace escuchar nuestras necesidades.

El primer paso es ser consciente de este mensaje y lo harás a través de estas preguntas. Algo que puede ayudarte mucho a comprender lo que se esconde tras tu emoción es conocer los mensajes generales que suelen traernos para luego tratar de encajarlos en tu situación personal. Puedes hacerlo de muchas formas, por ejemplo a través de mi libro «Emociones con Cuento»

Puede que por ejemplo tu hijo adolescente no haya recogido su habitación como habíais pactado y te encuentres gritándole y reprochándole. Estás enfadada, quizás también un poco frustrada y hasta desilusionada.

Está claro que de un simple vistazo estas emociones han sido provocadas por el desastre de la habitación y el incumplimiento de un acuerdo. Pero si vamos más allá y buscamos un para qué es posible que nos topemos con que estas emociones provienen de tu necesidad de ver toda la casa limpia y de tu expectativa desajustada. Nada de esto está mal ni bien, es solo lo que hay, y conocerlo te ayudará a gestionar ese cabreo y demás emociones para no dejarte arrastrar sin más. Te ayudará a tomar decisiones mucho más sabias y efectivas que ayuden a que tu hijo, en este caso, siga entrenando la responsabilidad de tener su cuarto recogido.

¿Qué mensaje te están trayendo estas emociones? Quizás (ya que solo es un ejemplo), que debes relajarte con respecto a las expectativas que tienes sobre los acuerdos. Lo cual no significa en absoluto que hagas la vista gorda y pases por alto que no se cumplan, si no que tomes decisiones para que puedan cumplirse por ejemplo supervisando que se haga de formas respetuosas, mejorando acuerdos, probando nuevos compromisos si este no está funcionando… Darte cuenta de que  llegar a un acuerdo no es garantía de que se cumpla (ajustando tus expectativas), que lo que necesitamos es entrenamiento porque la educación se trata de ir entrenando habilidades, mejorando… pero nunca de perfección o de que todo salga ya y a la primera.

Esto, evidentemente, te llevará a tomarlo de otra forma, a cambiar esas emociones por otras que te llenen de recursos en vez de dejarte sin ellos.

Podría poner miles de ejemplos, porque nuestras emociones están siempre ahí, cada segundo de nuestra vida, y saltan ante situaciones, ante comportamientos, ante pensamientos, ante creencias, ante recuerdos… A veces somos conscientes de lo que ha provocado que nos sintamos de determinada manera, y otras muchas no.

 

Si no puedes manejarlo sola pide ayuda a un profesional, haz algún curso…

No te preocupes si no puedes manejarlo sola. Como digo hay muchas emociones que sí podemos achacar a algo concreto y claro, pero otras veces provienen de lugares menos conscientes, como las creencias arraigadas (artículo aquí sobre las creencias), los recuerdos fugaces, los pensamientos veloces, las asociaciones de nuestra mente con situaciones del pasado…

Afortunadamente la oferta de profesionales, cursos, libros, etc. es realmente amplia y puedes encontrar alguno que se adecúe a ti. No dudes en pedir ayuda.

 

Verás que desde esta base personal tu percepción cambia. Ya no verás igual lo que sientes, porque ahora tiene un sentido. Un sentido que te da el poder de nutrirte con ello. 

Y tampoco verás igual lo que sienten los demás y estarás preparada para acoger las emociones de otros de un modo totalmente distinto.

 

Empieza poco a poco. ¿ Por qué emoción vas a comenzar?

© Ana Isabel Fraga 2019. Todos los derechos reservados